La urticaria es una afección cutánea que se caracteriza por la aparición súbita de habones en diferentes partes del cuerpo, que se acompaña de intenso picor y en ocasiones asocia inflamación de labios, párpados y otras localizaciones (conocido como angioedema). La urticaria se considera crónica cuando los síntomas duran más de 6 semanas. La urticaria crónica espontánea (o de causa desconocida) es la más frecuente, afectando hasta el 60% de los pacientes que presentan urticaria crónica. Un tercio de los pacientes presentarán urticaria y angioedema, en torno al 40% sólo urticaria y un 10% sólo angioedema.
Puede afectar hasta el 1,5% de la población mundial y en España más de 300.000 personas la padecen. Es más frecuente en las mujeres, hasta el doble, frente a los hombres. La mayoría de los pacientes tienen entre 20 y 65 años. En niños, lo más frecuente es la urticaria aguda, aquella que ocurre como un único episodio que dura pocos días o semanas.
La responsable adjunta del Servicio de Alergología del Hospital La Luz, doctora Paula López González, explica que los síntomas son consecuencia de la liberación de mediadores inflamatorios por parte de la activación y degranulación de las principales células efectoras de las enfermedades alérgicas (mastocitos, basófilos, eosinófilos, linfocitos T y B…). “La causa de la activación de estas células es desconocida en la mayoría de los casos (espontánea)”, indica.
Según esta experta, se ha encontrado relación con enfermedades autoinmunes, psiquiátricas y atópicas. “Entre las enfermedades autoinmunes la más frecuente es la enfermedad tiroidea. Las comorbilidades psiquiátricas pueden estar presentes hasta en un 60% de los pacientes, siendo ansiedad y depresión las más comunes. La dermatitis atópica, el asma y la rinoconjuntivitis también han sido descritas como comorbilidades asociadas”, asevera Paula López.
El diagnóstico de la urticaria crónica espontánea se realiza con una exhaustiva historia clínica. “Es imprescindible conocer la duración, severidad y número de habones que presenta el paciente, así como la intensidad del picor asociado. También es importante conocer posibles entidades que puedan empeorar la aparición de estos síntomas como determinados alimentos, medicaciones, enfermedades autoinmunes o infecciones crónicas, entre otras”, indica la doctora.
La especialista del Hospital la Luz tranquiliza afirmando que no es una enfermedad mortal pero afecta notablemente a la calidad de vida del paciente. “Por ejemplo, las alteraciones de sueño o pérdida de concentración como consecuencia del intenso picor, así como la aparición de lesiones en la piel que pueden producir rechazo en otros o la ansiedad e irritabilidad ante la dificultad para identificar los desencadenantes”.
En estos momentos, no existe tratamiento curativo, pero si existen tratamientos dirigidos a disminuir la aparición y controlar los síntomas. “La primera línea de tratamiento es el uso de antihistamínicos de segunda generación (no sedantes) debido a su eficacia y seguridad demostrada. En los casos que no mejoren con una única dosis, es posible cuadruplicar la dosis del mismo antihistamínico”, asegura la doctora.
Pero el 40% de los pacientes no responde al uso de dosis cuadruplicadas de antihistamínicos. “En estos pacientes – continua la experta -, existe la posibilidad de tratar con un anticuerpo monoclonal anti-IgE que se administra de manera subcutánea cada cuatro semanas.
“Actualmente sólo existe un anticuerpo monoclonal aprobado para este uso, pero se encuentran en estudio muchos otros con resultados prometedores”, concluye la doctora López González.