La bandera que no se inclina ante nadie, solo ante Dios. La Real Señora de Valencia es única en el mundo, y es española. No es una bandera cualquiera. Es una enseña con rango real, un protocolo excepcional y una dignidad simbólica que la coloca por encima de cualquier poder humano: reyes, presidentes o jefes de estado. Sólo se inclina ante Dios.
Su origen se remonta al emblema de la casa de Aragón. Las célebres barras rojas sobre fondo dorado. Este escudo ya aparece en el siglo XII con Ramón Berenguer IV y fue usado en los territorios de la corona: Cataluña, Aragón, Mallorca, Valencia, Sicilia…
El 9 de octubre de 1238, Jaime I, el conquistador, entra en Valencia tras la rendición musulmana. Se funda el reino de Valencia, con sus propios fueros, moneda y símbolos, como parte autónoma dentro de la corona de Aragón. Desde entonces, Valencia empieza a construir una identidad visual propia, basada en los emblemas reales.
En 1365, Pedro IV de Aragón, conocido como el Ceremonioso, otorga a la ciudad el derecho a portar una bandera con tratamiento de real: “La Senyera ha de ser considerada enseña real, y deberá tratarse en todos los actos”. El privilegio se concede por la lealtad de Valencia en tiempos de guerra, y queda registrado en archivos municipales y reales. Desde entonces, la Real Senyera tiene un protocolo superior al de cualquier otra enseña local o autonómica en España.
El Archivo Histórico Municipal conserva documentos del siglo XV que describen la procesión anual del 9 de octubre, donde la Senyera se lleva en posición vertical, con solemnidad, escoltada por autoridades civiles y cuerpo institucional de honor. Recibe honores militares, pero ella no saluda.
Esta tradición se institucionalizó bajo el mandato de Alfonso el Magnánimo y ha sobrevivido hasta hoy.
