El reportaje publicado por El País sobre los turnos nocturnos en hospitales madrileños de gestión público-privada incluye un gráfico que pretendía reforzar su argumento crítico. Sin embargo, ese mismo gráfico exhibe justo lo contrario del relato que el diario intenta imponer: los madrileños utilizan la libre elección sanitaria para cambiar de hospital y reducir sus listas de espera, y lo hacen de manera masiva, racional y completamente consciente.
La realidad queda plasmada de forma incuestionable. En 2023, los hospitales de gestión público-privada recibieron 220.938 pacientes procedentes de otros centros, mientras que solo 23.045 salieron de ellos hacia hospitales tradicionalmente públicos. Ese movimiento no responde a ninguna conspiración, ni a una supuesta “anomalía del sistema”, como sugiere el reportaje. Responde a algo mucho más simple: los ciudadanos buscan el hospital donde les atienden antes.
Intentar presentar este comportamiento racional como una señal de “problema estructural” del sistema sanitario, como insinúa El País, es una clara distorsión informativa. Cambiar de hospital para recibir una prueba antes no es una perversión del sistema: es exactamente lo que la libre elección permite y lo que cualquier sistema moderno fomenta. En Madrid, a diferencia de otras comunidades, ese derecho existe y se ejerce con normalidad.
El gráfico, lejos de evidenciar un “desorden”, muestra el tipo de comportamiento característico de un sistema sanitario ágil, dinámico y basado en resultados. Si un hospital tiene más capacidad de respuesta, más disponibilidad diagnóstica o mejor gestión de agendas, es lógico que los pacientes lo elijan. Y si otro presenta más saturación, es igualmente lógico que los pacientes busquen alternativas. Presentar este mecanismo natural de movilidad como un fallo del sistema es, en sí mismo, un intento de demonizar la libertad sanitaria.
El caso contrario se refleja en los datos de los hospitales de gestión pública. Estos centros enviaron 226.938 pacientes a otros hospitales y solo recibieron 23.045. Ese flujo no se explica por campañas políticas ni por presiones externas; se explica por la misma razón: los ciudadanos quieren evitar largas esperas y acuden allí donde pueden resolver su problema de forma más rápida y eficaz.
Intentar convertir esto en un escándalo o en una anomalía revela una intención muy clara: negar la legitimidad de la libre elección sanitaria y sugerir que los pacientes “deberían quedarse” en el hospital que les corresponde por zona, aunque ello implique esperar meses para una simple prueba diagnóstica. “Eso es igual a bloquearles, a restringirles y a coartar sus derechos ciudadanos y privilegiar a unos frente a otros dependiendo la eficiencia de los hospitales de sus zonas”, comenta un experto en gestión sanitaria. Según otras fuentes políticas consultadas por PRNoticias, esta visión —que cuestiona la movilidad del paciente y condena al usuario a una lista de espera por su código postal— es interpretada como “una filosofía profundamente intervencionista, donde la libertad del ciudadano se considera un problema”.
Madrid, en cambio, ha apostado por un modelo basado en la autonomía del paciente, la transparencia y la capacidad real de elección. El gráfico que publica El País, aunque el diario intente usarlo en contra del sistema, certifica que ese modelo funciona: los madrileños se mueven porque pueden hacerlo y porque saben dónde van a ser atendidos antes. Y ese comportamiento, lejos de ser negativo, es la demostración inequívoca de que la libre elección sanitaria reduce listas de espera y mejora la experiencia del paciente.
Pretender convertir esa libertad en un problema es, sencillamente, un error narrativo o una operación ideológica. Los datos son claros: los madrileños eligen eficiencia, eligen rapidez y eligen los hospitales que mejor funcionan. Que El País intente presentar ese comportamiento como negativo solo confirma el éxito del sistema sanitario madrileño.
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