En un movimiento que muchos analistas tachan de “teledirigido” y “torticero”, la Corporación RTVE ha desatado una oleada de programas especiales con motivo del 50 aniversario de la muerte de Francisco Franco, convirtiendo la televisión pública en una plataforma de propaganda sutil, alineada con los dictados y los intereses del Gobierno.
Bajo la aparente marca de “memoria histórica” y “democratización”, la programación, que incluye documentales y debates monográficos en espacios como La Noche en 24h, con Xabier Fortes al frente–llegando incluso a emitir desde el simbólico Pazo de Meirás por primera vez desde el NO-DO–, está siendo percibida no como un ejercicio de neutralidad periodística, sino como una calculada maniobra de La Moncloa para recentrar el debate político en torno a la figura del dictador.
La dirección de RTVE, cuya afinidad al Ejecutivo socialista es un secreto a voces denunciado por informes independientes, ha orquestado un despliegue sin precedentes. Si bien algunos contenidos abordan la lucha de las víctimas y el fin de la dictadura, la ingente cantidad de horas dedicadas y el enfoque de las mesas de debate levantan sospechas fundadas.
“No se trata de recordar la historia, sino de instrumentalizar la figura de Franco para desgastar a la oposición y movilizar a la izquierda. La televisión pública, pagada por todos los españoles, se ha convertido en la correa de transmisión de los intereses del Gobierno antes de cada ciclo electoral”, critican fuentes de RTVE.
Un reciente informe ya alertaba de que la inmensa mayoría de las fuentes citadas en los informativos de TVE son afines al Gobierno, una tendencia que se dispara en estos especiales temáticos o en los programas denominados como “infoentretenimiento”. La sensación generalizada es que se utiliza el aniversario como un “cortina de humo” mediática para desviar la atención de los problemas de gestión y económicos actuales que lastran la legislatura.
Los elevados costes de producción de estos macro-especiales –incluyendo desplazamientos y despliegues técnicos en ubicaciones históricas– han generado indignación, máxime cuando se produce un continuo ajuste presupuestario en otras áreas de servicio público de la Corporación.
Mientras RTVE se vuelca en una cobertura que roza la saturación, algunos sectores denuncian que se está dando un ‘uso político’ a los contenidos del Archivo, enfocándolos en la narrativa que mejor conviene a la visión del Gobierno de la Transición y el papel de la derecha histórica. La “memoria” se convierte, así, en una herramienta de política actual.
El debate ya no es sobre el pasado, sino sobre la dudosa independencia de una televisión pública que, en lugar de servir al pluralismo, parece servir exclusivamente a los intereses de quienes ocupan hoy la sede presidencial.
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