En España, más de un tercio de la población utilizó al menos un medicamento de forma regular en 2024, según la BDCAP. Dentro de este grupo, destaca el 8,4 % que se encuentra en situación de polimedicación —cinco o más fármacos al día— y, especialmente, el 0,9 % que toma diez o más tratamientos, un nivel considerado severo. Expertas en Medicina Familiar advierten de que, a mayor número de fármacos, mayor riesgo de interacciones, efectos adversos y fallos en la administración, además de una menor adherencia.
Uno de los fenómenos asociados es la llamada “cascada terapéutica”: la prescripción de nuevos medicamentos para solucionar efectos adversos provocados por otros tratamientos previos. Este encadenamiento incrementa eventos adversos, debilita la eficacia farmacológica y empeora la calidad de vida del paciente, aumentando incluso los ingresos hospitalarios.
Los profesionales de Atención Primaria señalan obstáculos habituales para reducir fármacos en pacientes complejos: el miedo del paciente a suspender medicación “de por vida”, la falta de tiempo en consulta, el temor del profesional a un deterioro clínico y la intervención de múltiples prescriptores sin coordinación. A ello se suma una cultura sanitaria que privilegia “tratar todo” en lugar de replantear necesidades reales o apostar por alternativas no farmacológicas.
Deprescripción y nuevas herramientas clínicas
Entre los medicamentos potencialmente inadecuados destacan antiinflamatorios, antihipertensivos y aquellos que actúan sobre el sistema nervioso central, como opioides, benzodiacepinas o antidepresivos. Sus efectos adversos pueden ir desde estreñimiento a caídas, síncopes, deterioro cognitivo o insuficiencia renal, con especial impacto en pacientes frágiles o con multimorbilidad. Parte del problema radica en la falta de revisiones periódicas que permitan confirmar si cada fármaco sigue siendo indicado.
La deprescripción se posiciona así como un reto y una herramienta clave en Atención Primaria. No se trata de eliminar tratamientos de forma indiscriminada, sino de asegurar que cada uno aporta más beneficios que riesgos en función de la situación vital del paciente. Para ello, existen criterios validados como STOPP-START o Beers, además de calculadoras de carga anticolinérgica e interacciones, que ayudan a guiar decisiones clínicas de forma segura.
En el congreso anual de la semFYC celebrado en Madrid, la sesión “Misión deprescripción” permitió a los asistentes practicar la toma de decisiones mediante escenarios clínicos simulados y técnicas de gamificación. La actividad ayudó a entrenar habilidades de razonamiento terapéutico, comunicación y manejo de la incertidumbre, acercando a los profesionales a una práctica de deprescripción más segura, ágil y fundamentada.
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