La temporada de gripe ha arrancado antes de lo habitual en España, según los datos más recientes del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII). Entre el 17 y el 23 de noviembre de 2025 se registraron 40,1 casos por cada 100.000 habitantes, lo que supone superar el umbral epidémico nacional y un incremento del 13,9 % respecto a la semana anterior. Esta tendencia ha llevado a las comunidades autónomas a reforzar sus campañas de vacunación.
Aunque por el momento no se ha detectado una mayor gravedad en los casos, la rápida expansión del virus puede traducirse en un aumento significativo de contagios y en una presión añadida sobre los servicios sanitarios. Por este motivo, el Centro Europeo para el Control de Enfermedades (ECDC) ha instado a los países a acelerar la inmunización y a preparar sus sistemas asistenciales ante un posible repunte temprano.
El adelantamiento de la circulación del virus, unido al elevado porcentaje de población aún sin vacunar, podría provocar un pico prematuro de gripe. Cuantas más personas reciban la vacuna, mayor será la protección colectiva y menor la capacidad del virus para propagarse con intensidad.
Un inicio temprano de la circulación del virus obliga a reforzar la inmunización y la alerta sanitaria
En este contexto, la vacunación anual continúa siendo la estrategia más eficaz y costo-efectiva para prevenir la gripe y reducir el impacto de sus complicaciones. Organismos internacionales, como el Consejo Europeo, respaldan su importancia, especialmente en la protección de los grupos vulnerables. Además de prevenir infecciones, la vacuna ha demostrado una notable eficacia en evitar casos graves, hospitalizaciones, ingresos en UCI e incluso muertes.
La gravedad real de la gripe suele infravalorarse. Más allá de las complicaciones respiratorias severas, como la neumonía —cuyo riesgo se multiplica por cien tras una infección gripal—, también se relaciona con eventos cardiovasculares graves. Tras pasar la gripe, la probabilidad de sufrir un infarto se multiplica por diez y la de padecer un accidente cerebrovascular, por ocho durante la semana posterior.
A la hora de decidir vacunarse, la mayoría de los españoles actúa por hábito o decisión personal: ocho de cada diez lo hacen por iniciativa propia. Solo una minoría se inmuniza por recomendación directa, siendo los profesionales sanitarios quienes concentran la mayoría de estas influencias. Entre quienes no se vacunan, predomina una baja percepción de riesgo, al considerarse personas sanas o “invulnerables”. Además, muchos desconocen su pertenencia a grupos de riesgo. Esta falta de concienciación limita la protección poblacional y dificulta la comprensión del papel de la vacuna en prevenir tanto la inmunosenescencia como la transmisión a los más vulnerables.
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