Que no vienen los ingleses, pues mejor para nosotros; que no vienen los belgas, peor para ellos. Nos viene mucho mejor. Es lo que ha venido a decir el portavoz del Covid19, Fernando Simón (DonSimón), sin que nadie del Gobierno haya salido a desautorizarle. Ni siquiera el presidente, Pedro Sánchez, ha criticado las palabras de su portavoz pandémico, ni un comunicado oficial de la Secretaría de Estado de Comunicación, ni un tuit de los asesores de Iván Redondo. Nada. Y no es de extrañar teniendo en cuenta que Sánchez se enteró del veto del turismo inglés en nuestro país por los medios de comunicación. Que el jefe del Ejecutivo no haya sido informado de forma oficial por su colega inglés Boris Johnson ya dice mucho de lo que pinta el presidente español en el contexto europeo, de la relación con sus colegas y del valor de los aplausos de su Gabinete. Por mucho pecho que saque Iván Redondo, los ridículos aplausos que montó para su jefe Sánchez a las puertas del Consejo de Ministros sólo han servido para visualizar aún más el egocentrismo del jefe del Ejecutivo. Igual que cuando Cristina Cifuentes se hizo aplaudir por sus diputados regionales en aquel pasillo del bochorno semanas antes de su caída.
Sólo recordamos aquel precedente irrisorio antes de el de Sánchez y, sin ánimo de establecer comparaciones, no se puede decir que a Cifuentes le sirviera para mucho. Salvando las diferencias, a Sánchez tampoco. La propaganda comunista de aplausos al líder y prietas las filas ha quedado empañada por la caída del turismo, el desprestigio internacional del presidente, la sangría de los ERTES, los brotes de Covid19 este verano aciago que Sánchez pretendió vendernos como el de los brotes, pero verdes.
Con 140.000 millones en la cartera del Estado, el presidente puede hacerse unos cuantos paseíllos revolucionarios con odas a su persona. Sabe que con los fondos que nos ha dado Europa, puede aguantar esta legislatura. Se trata de endeudar a España sin escrúpulos (ya vendrán otros que lo arreglen) y utilizar la lotería europea para sus fines electoralistas sorteando a los hombres de negro para no tener que dar muchas explicaciones. Ya se sabe que quien hizo la Ley hizo la trampa y en eso Sánchez no tiene competidor. Más gasto social y una presión fiscal brutal le permitirá escalar (o desescalar) lo que queda de legislatura. Redondo le reescribirá el discurso de los pobres y los ricos mientras acaba con la clase media en España y mete al país en una crisis de consecuencias imprevisibles.
Sánchez aprendió de la caída de Zapatero, que para mantenerse en el poder no se deben escenificar los recortes y menos llamarles recortes, ni siquiera brotes verdes. En este caso, basta con hacer ver a los ciudadanos que la subida de impuestos es para los ricos, aunque no lo sea, y que él ya se encarga de permitir la subsistencia de los más necesitados. Puro comunismo.
Consciente de la situación que tiene por delante, el presidente ha decidido amarrarse a la lotería europea y no le importa nada más que su continuidad como jefe del Ejecutivo.
Con el mayor número de muertos de los países de nuestro entorno; con la estrepitosa caída del turismo, motor de nuestra actividad económica; con el paro por las nubes y sin horizonte, a cualquier otro gobierno ya le hubieran montado manifestaciones, caceroladas, comisiones de investigación y todo tipo de revueltas en las redes sociales. Por menos, cayó el Gobierno del PP en aquella inquietante maniobra del 11-M; por la muerte de un perro, la Comunidad de Madrid sufrió todo tipo de manifestaciones en la crisis del Ébola, por no hablar de las protestas de los sindicatos en la última etapa de Rajoy al hilo de las pensiones. Sánchez, por contra, ha tomado todos los resortes del Poder para ponerlos a su servicio y blindarse a costa de lo que sea y de quien sea.
Su ausencia de principios es su principal palanca para sobrevivir; su cinismo, el instrumento para hacerlo. El único contrapeso que podría tener es el de su vicepresidente, el totalitario Pablo Iglesias, pero sus líos judiciales le tienen secuestrado en su casoplón de Galapagar, que es lo que siempre hizo la vieja política -sin casoplón- que él criticaba.
Mientras Podemos se hunde, Sánchez encamina su legislatura, la de más de un millón de empleos destruidos en tres meses (sin contar los ERTES), la de la ruina del turismo, la de los muertos, la del control de la Fiscalía, la de las injerencias del ministro del Interior Grande Marlaska, la del compadreo del ministro Ábalos con la ministra del régimen venezolano, la del ninguneo europeo, la del sonrojo del CIS, la de la vergüenza de los pactos con los anticonstitucionalistas.
Cierto es que el PP siempre hereda los gobiernos cuando los gobiernos del PSOE arruinan España, pero en esta ocasión han topado con un presidente sin escrúpulos al que sólo le interesa mantenerse en el poder. Ese es su único leitmotiv. Y ante ello, Casado presenta un plan B como gran salvación de España. Como si hubiera un plan A. Debería hacérselo mirar.
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