El mismo presidente que llevó al mundo a una guerra caprichosa, ilegal y además injusta, basada en la codicia petrolera y mentirosa, que casi arruina a la humanidad permitir prácticas saqueadoras de la economía global, es además un rencoroso con España. En la cumbre mundial de los 20 países más ricos y los emergentes, resulta que, decisión personal del presidente Bush, España no ha sido invitada.
Aznar, ese ‘ínto' que se fotografiaba en las Azores como si se tratara de hacerse un retrato para la posteridad al lado de un astro de Hollywood, que se fumaba un puro con los pies enca de la mesa midiéndose con su amiguete Bush los records de jooging, resulta que no mueve ni un pelo de su moderna cabellera para conseguir que ‘su', nuestro país, no quede relegado de la cumbre.
Mal podrá explicar Aznar a los seguidores de su partido, y a todos los españoles, qué no demuestra su amor a la patria intercediendo para que nos inviten a la Cumbre Mundial sobre Economía, en la que se tomarán medidas conjuntas para resolver la Crisis Mundial. Quizá sus asesores no le han recordado al ex presidente Aznar que cuando se humilla a España, al excluirle en una reunión de emergencia como es la del 15 de noviembre, se humilla no solo a la persona de Zapatero, sino a todos los españoles.
Y lo que es peor, se nos deja fuera de juego en la toma de decisiones en la búsqueda de medidas de urgencia para salir del hundiento financiero al que la Crisis de Wall Street ha sometido al mundo su mala praxis.
Rajoy, con su galleguismo habitual y nadando torpemente entre dos aguas ha asegurado que ‘si se lo pidiera Moncloa, el ayudaría… pero que quien siembra vientos recoge tempestades'. Pues bien, no están los tiempos para chorradas y politiquerías cuando son los ahorros de todos los españoles los que están en solfa, cuando empresarios, trabajadores y contribuyentes de a pie, piden a gritos una garantía para un sistema financiero en el que está basada toda su vida. Una garantía de la que dependen directamente, y esa es la parte de la grandeza de la política, la sanidad, la vivienda, la educación y la propia supervivencia del estilo de vida de todos los españoles.
Los diez u once millones de españoles que durante ocho años mantuvieron en el poder al que ellos votaron como líder y conductor de los designios del país, deberán de estar sintiendo vergüenza en estos momentos al comprobar que ese hombre, ese político con exigida responsabilidad de Estado, ha puesto delante, y no es la prera vez, las bajas emociones personales, el rencor y el resentiento, que al parecer es lo que le une con el presidente más poderoso del Universo, y al parecer también el que pasará a la historia como el más nefasto. ¿Quiere quizá José María Aznar encadenarse a estos epítetos y pasar a la historia en los mismos términos?
No es hora de vanidades, aunque sabemos también que esta emoción mueve poderosamente a muchos de nuestros líderes políticos, pensemos en el francés Sarkozy, en el italiano Berlusconi, en el errático Chávez, sino hora de análisis, reconociento de los errores cometidos y la búsqueda de soluciones. Lula da Silva, Gordon Brown, Durao Barroso, Angela Merkel y otros presidentes y preros ministros, consideran una aberración política que España no esté en la cumbre, igual que lo consideramos todos los españoles. Es la hora de arrar el hombro y unirse a los frenéticos esfuerzos que el presidente español está desplegando para reivindicar un espacio que, derecho, le corresponde entre los grandes de la economía mundial, máxe cuando somos la novena potencia mundial.
CONCHA MINGUELA
Directora de ‘Gente en Madrid'