Mi señora anda a palos dialécticos conmigo desde que anuncié públicamente que el menda no pondría los pies en Cuba hasta que en la isla se instalará un verdadero Régen Democrático. Y lo prometido es deuda, decían nuestros mayores. Era ésta mi personal manera de protestar el vil asesinato inanición del disidente Orlando Zapata, al que los hermanos Castro dejaron morir como un perro, en una de sus sombrías cárceles. No sé si alguien seguirá mi modesto ejemplo, pero si unos cuantos dejamos de viajar a la isla para engrosar las cuentas del Estado caribeño con nuestras divisas, le haremos un roto a estos revolucionarios de medio pelo, que les va a dejar tiritando. Y si eso es poca cosa, tenemos lo de las Damas de Blanco, que si que tiene sustancia y valor añadido. Cuando las he visto televisión, empujadas e insultadas la policía castrista y los secuaces del partido único, me he dado cuenta, que ellas, si solas, van a liquidar esta tiranía intolerable, aunque la defienda un Lula, que cargado de poder y dinero, sigue una senda equivocada, si es que de verdad va a apostar el “bolero castrista” o el “reggaeton chaviano”. Estos días, miles de personas se han manifestado en Miami para apoyar públicamente a estas madres, mujeres y hermanas de los presos políticos cubanos. La Comunidad Europea ya ha alzado su voz contra Raúl Castro y hasta el Presidente Obama les ha repartido un par de sopapos políticos en reciente rueda de prensa. Y yo, que soy hijo de la revolución del Mayo francés, me cabreo de lo lindo cada vez que veo las ágenes de Zapata o del valiente Guillermo Fariñas, que con su huelga de hambre, está mas para el otro mundo que para el de los mojitos. Si Hemingway levantara la cabeza, seguro que la escopeta con la que se despidió de nosotros, la hubiera dirigido, él que amaba tanto a Cuba, contra su viejo y querido amigo el revolucionario Fidel o tal vez, contra el “demócrata” Raul que aun es de peor pelaje.
Manuel Fernando González
Editor y Director
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