Me había propuesto no escribirles hoy, ni del Mundial del que casi todos hablamos y festejamos, ni tampoco del millon y medio de catalanes que salos a la calle para darle caña a los que nos ha puteado durante los últos cuatro años. Tampoco quería ponerme triste la marcha de Rafa Sanchez de las mañanas de la COPE en el fin de semana, que ha sido una muy mala noticia para la audiencia de la cadena católica. Y buscando y buscando, me he encontrado con una historia de amor de dos octogenarios que me ha emocionado vivamente y me ha devuelto al mundo real, que es en el que vivían Antonio Pouso un ex guardia civil de 88 años que murió hace seis días y su esposa Arsenia Rodriguez que con su misma edad, fallecía tres días después abrazada en la cama donde les encontraron al compañero de toda la vida , en un últo gesto de cariño hacia la persona a la que no quiso abandonar ni después de haber muerto .Así los vieron los servicios de emergencia alertados los vecinos que sabían de ellos y de su soledad. Esa maldita soledad que se adueña de nuestros mayores, quienes, sin familia e hijos como era el caso, se abandonan a su suerte ofreciéndose mutuamente, si son pareja, la ternura que les queda o ,en muchos casos, el suicidio cómplice que les libere de tanta miseria e insolidaridad. Todo ha pasado en Vigo y lo que parece, una nueva versión de Romeo y Julieta, ha ocurrido en sus calles, sin que apenas a nadie te y a casi todos nos deje perplejos.