El Pleno del Congreso ha avalado la participación española en la intervención militar internacional contra Libia. Una autorización que llega cuatro días después de iniciados los bombardeos. Había prisa iniciar la ofensiva aérea para recuperar el tiempo que la comunidad internacional ha perdido mirando para otro lado mientras el dictador libio masacraba a su pueblo. Pero así son las cosas, prero se bombardea y luego se pide permiso. El refrendo ha sido casi total, con el único rechazo del BNG e Izquierda Unida, y la abstención de un despistado que se equivocó al votar. Un comtamiento ejemplarmente responsable de apoyo al Gobierno parte de la oposición, que recuerda el muy diferente que tuvo el PSOE durante la guerra de Irak. Pero parece ser que Libia no es Irak, y Gadafi tampoco es Sadam Husein. Tampoco los del “no a la guerra” son los mismos. Se echa de menos a los Bardem y compañía, a los artistas de la ceja y a “los abajo firmantes”. No se les oye. Probablemente anden descolocados con las metamorfosis de Rodríguez Zapatero. El presidente del Gobierno ha apelado al “principio humanitario” de protección de la población de Libia para pedir la autorización del Parlamento. La resolución 1.973 del Consejo de Seguridad de la ONU en la que se sustenta la intervención no pretende la expulsión de Gadafi, ni contempla tampoco la invasión del territorio libio, sólo proteger a la población civil de los ataques del dictador. Son estas dos circunstancias las que generan las mayores dudas acerca del verdadero objetivo de la misión, y lo que puede provocar que el conflicto libio derive en una guerra civil prolongada en el tiempo con devastadores efectos para la población. La prera medida que adoptó José Luis Rodríguez Zapatero cuando llegó al Gobierno en 2003 fue retirar las tropas españolas de Irak. Tropas enviadas cuando Naciones Unidas ya había emitido una resolución, aunque cierto es que la operación militar había comenzado con anterioridad. Ahora, en el tramo final de su mandato, nos mete en una guerra, mas que se esté evitando utilizar esta palabra. Una guerra marcada la confusión en los objetivos y la descoordinación en el mando. Estados Unidos quiere cederlo cuanto antes, Francia quiere liderar la ofensiva e Italia pretende que sea la OTAN la que dirija las operaciones. Demasiados intereses económicos y geoestratégicos. Lo que no queda claro es cuáles son los españoles. Como ha dicho Gaspar Llamazares al presidente del Gobierno: “quién te ha visto y quién te ve”. Será que hay guerras buenas y malas.
Alberto Castillo
Director de Gente en Madrid