En la Tierra a viernes, 29 marzo, 2024

Expertos recomiendan estar alerta antes las señales tempranas de acoso escolar

La exposición a conductas de acoso de un modo reiterado y habitual afecta a casi el 23% de la población escolarizada, según el Informe Cisneros. “Dichos casos de acoso de dan de manera principalmente física en niños, mientras que en las niñas se da más en forma de exclusión. Las edades en las cuales es más frecuente el acoso es entre los 6 y los 13 años”, asegura Marta Jurado, educadora social especializada en temas de medicación escolar, con motivo del 65º Congreso de la Asociación Española de Pediatría (AEP) que se celebra del 1 al 3 de junio en Santiago de Compostela y que este año tiene un marcado interés por los temas de carácter social con implicaciones clínicas pediátricas como es el caso del acoso escolar, la identificación de género, el abuso sexual o la violencia de género en adolescentes.

En este sentido, asegura la experta, “debemos prestar especial atención al daño psicológico que deja el acoso en los menores, más intenso y permanente que el daño físico”. En opinión de Marta Jurado, un niño que está  solo en el aula,  solo en el patio o que prefiere estar  solo en casa, debería representar una señal de alerta para padres y tutores. “Los niños, las personas en general, somos por naturaleza seres sociales, no podemos escudarnos en frases como es tímido, prefiere estar solo con en el recreo, etcetera. Es hora de sentarse con ese niño y hablar”.  La experta asegura que “si bien hemos ganado con los años en comunicación entre padres e hijos, hemos reducido el tiempo que se pasa con ellos y, por ende,  la cantidad de las conversaciones que con ellos mantenemos”.  

Papel de los padres en el acoso escolar

Entablar una conversación con los menores que invite a la confianza, a que estos narren y expliquen su día a día en el colegio, es fundamental para reconocer lo antes posible un caso de acoso escolar. Sin embargo, asegura la experta,  “los niños tienen muchas formas de manifestar su malestar y no siempre es hablando. Por ejemplo, debemos empezar a sospechar cuando el niño comienza a tener dificultades para conciliar el sueño, se muestra irritable, o con nauseas o cefaleas por las mañanas a la hora de ir al colegio, baja su rendimiento escolar sin razón aparente, se muestra esquivo a la hora de contar cosas referidas al colegio”, explica Marta Jurado.

 

En este caso, una vez se tiene la sospecha de que algo está sucediendo o bien la confirmación por parte del menor de que puede haber un caso de acoso escolar, se debe, en primer lugar, acudir al colegio, “siempre en un tono conciliador, sin acusar. Y es fundamental –advierte- no culpabilizar al niño en el entorno doméstico arremetiendo contra su forma de vestir o de peinarse, o su forma de ser, sus preferencias, etcétera, pensando que si modificamos desde el hogar aquello que le hace diferente, evitaremos que puedan burlarse de él en el colegio. Esta actitud por parte de los padres, aunque sea por su bien, solo le hará sentirse más inseguro. Es factible que estemos haciendo mella en el menor en casa y que no evitemos con éxito que también lo hagan en el colegio”.

Un niño que ha sido acosado de manera reiterada puede llegar a sufrir serios problemas de autoestima que mermen otros aspectos de su vida, “son niños que ya no se quieren a sí mismos, que se ven llenos de defectos y no merecedores de respeto. Es básico, en este sentido, la labor de refuerzo positivo de los padres, que sientan que se les quiere de manera incondicional, independientemente de cómo sean física o intelectualmente,” subraya esta experta.  “Es necesario, enseñar a los niños  a cultivar su autoestima, a refirmarse, a defenderse asertivamente. Los adultos han de actuar cuando el menor esté en desequilibrio de poder”, indica.

En cuanto al perfil de niño acosador, la relación del menor con su entorno familiar, así como el modelo educativo son determinantes en el comportamiento de estos menores. “Estilos educativos autoritarios, faltos de cariño y rodeados de muchas normas, con un altísimo  nivel de exigencia, tienden a favorecer en los niños la aparición de una personalidad inestable, con baja autoestima enmascarada en una falsa seguridad”, asegura esta experta. “Son niños que necesitan sentirse superiores a los demás, de modo que si encuentran un niño diferente que destaca por no ser especialmente hábil físicamente o todo lo contrario, que es más brillante en alguna faceta, tenderán a dejar claro desde el principio quién es el líder”, explica. 

 

Síntomas que desaparecen los fines de semana

 

 

Durante su intervención en el Congreso, Marta Jurado dará a los pediatras algunas claves que puedan llevar a estos profesionales sanitarios a saber que se encuentran frente a un caso de acoso escolar. “Cuando los síntomas que presenta un menor,  como dolores abdominales o de cabeza, la dificultad para conciliar el sueño o la inapetencia alimentaria, no corresponden a ningún diagnóstico clínico y sin embargo persisten en el tiempo desapareciendo milagrosamente los fines de semana o durante las vacaciones escolares es más que probable que nos encontremos frente a un posible caso de acoso escolar”.

En este caso, asegura la experta, de nada serviría preguntarle abiertamente al menor si está siendo víctima de acoso escolar  puesto que el miedo o la vergüenza pueden hacer que el niño lo niegue.  “Obtendremos mejores resultados si entablamos un diálogo con el menor que le obligue a narrar sus respuestas más allá de los monosílabos y que nos den pie a componer la imagen de su día a día en el colegio- recomienda- “¿a qué ha jugado durante el recreo y con quien, si se ha divertido, que asignatura le gusta más en el colegio y cuál es la razón? ¿Quiénes son sus mejores amigos y por qué? ¿Cuál es el momento de la jornada escolar que más le gusta?”, son solo algunos ejemplos de preguntas que pueden hacerse.

La labor del pediatra en este caso es fundamental en términos de acompañamiento del menor y su familia. “Debe valorar el daño físico y psíquico producido al menor y derivarlo en caso necesario a otros especialistas, como pudiera ser el psicólogo. Debe contribuir a restituir la autoestima del menor, reforzando los mensajes positivos que hagan sentir al niño seguro y bien consigo mismo”, asegura esta experta.

 

 

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