En la Tierra a viernes, 19 abril, 2024

OPINIÓN: El Bello y La Bestia

Albert Rivera y Susana Díaz

¿Qué contrapropuestas fueron alternativamente presentadas, aceptadas, modificadas, declinadas, reformuladas en otros términos, reaceptadas, ratificadas, reconfirmadas?

Inaugurar un curso de instrucción de italiano…  (James Joyce, Ulises).

Ni aun siendo conscientes de que lo lógico y lo irracional otorgan a la vida su característica de inesperada, se hace imposible no calificar de sorpresivo el pacto de Andalucía. Un romper aguas que llega tras ochenta días de soportar un “te quiero, no te quiero” de paripé, un estancamiento provocado, y un turno de negociaciones opacas o inexistentes entre la despótica Susana Díaz y el comparsa Juan Marín; el coagente silencioso y vaciador de orinales que actúa a la orden y sí señor del compuesto Albert Rivera; un seductor que se da un buen aire en el manejo de su persona, pero que es un promiscuo que está apareando su voto de castigo con cualquier voto útil de las señoritas que le han salido al paso en cuantas plazas se ha presentado la oportunidad de vender su imagen centrista a fin de obtener una herencia futura. No hay duda de que el ciudadano en jefe es el mejor conocedor de su propio negocio, pero caramba, ha durado un asalto en mostrarse como un claro exponente de la burla incesante que los políticos hacen de sus programas electorales; un manojo de promesas que acaban de modo indefectible en lúgubres realidades. Todo lo demás hubiera sido un golpe a lo rutinario, porque Albert, que se manifestó en la exigencia y se presentó como un gustador de virtudes, no es más que uno más de los que pudieron haber sido y nunca serán. Pues antes de llegar, como si obedeciera el consejo de un lelo, se ha dado la vuelta. Y como si no hubiera un mañana se muestra purgado de casi toda preocupación concentrando toda su energía en la única idea de demostrar que él es el centro, y, si para ello tiene que escudarse en la geometría variable o dejarse seducir en la oscuridad por una mujer sin encanto, lo hace y punto. Siempre ha habido chicas feas y desafeminadas que casan con hombres guapos. El bello y la bestia. Como de igual forma siempre existieron putas y putos con la palabra ambición escrita en la frente.

‘Antes de la caída Adán copulaba sin gozar. Déjalo que brame: tu cuerpo es exquisito. No hay lenguaje que sea un ápice peor que el suyo. Palabras de monje, cuentas de rosario farfullan sobre sus barrigas: palabras de bellaco, rudas pepitas resuenan en sus bolsillos’ (James Joyce, Ulises)

Porque supone un gran rompecabezas entender el ‘sí quiero’ a cambio de nada, para investir a una exconsejera de la mayor trama de corrupción institucional habida y por haber. La imagen viva de la chocarrería trianera –que viene dando desde hace meses una exhibición de irresponsabilidad e ineptitud política sin parangón- no ha realizado cesión ni contrapropuesta alguna aunque trata de vestir la mona con la firma de un paquete de medidas que ella misma prometió en su discurso. Una vez agotadas todas las explicaciones al alcance de nuestra imaginación, nuestra capacidad de análisis se muestra insuficiente para entender cómo Rivera puede ser tan fatuo. Porque por mucho que se sepa bucear en aguas turbias, en este ayuntamiento contra natura ni siquiera se atisba el cambalache del reparto de raterías para la tropa y un prorrateo de la tajada de las adjudicaciones para los oficiales. Que así, tal vez, se llegaría a entender que los señores Cháves y Griñán -cuya renuncia era condición sine qua non para sentarse a compartir el zumo de naranja- hayan podido pasar de presuntos delincuentes a ser dos tipos juiciosos que ya decidirán qué hay que hacer cuando se les impute, que la responsabilidad subsidiaria de los partidos -a voz en grito exigida por Albert y sus guiñoles- se elimine sin compensación alguna y que las tan obligatorias primarias se hayan convertido en un “ande, tache usted algún golfo de la lista si es que le apetece”. De esta forma todo lo que suponía un obstáculo para el apareamiento ha sido eliminado sin miramientos por quien no han respetado la expresión de sus votantes.

‘Bésala, ámala con la distinción de un bellaco, oh mi dulce puta adorable’ (James Joyce, Ulises).

Porque claro, cómo cuadra avalar una carta de intenciones a una mujer cuya más explícita convicción ideológica consiste en proclamar la inocencia de una organización sobre la que pesa una monstruosa trama de malversación de caudales públicos, qué crédito se puede conceder a una gobernanta que aún estando fuerte, se la ve bien despachada de turgencias complementarias, arrastra la gigantesca carga de no haberse enterado a día de hoy del asunto del fondo de reptiles de los ERE, y que, por supuesto, nunca supo nada, ni sabrá jamás, sobre la irregular adjudicación de las obras de su Consejería de Agricultura. Por muchas acrobacias que se hagan para encontrar justificación, en el mejor de los casos, no tiene sentido dar el beneplácito a una mujer embobada que no se entera de nada de lo que pasa a su alrededor, y que, por tanto, no se encuentra en estado de servir al desempeño que reclama, o, en el peor de los casos, sería todavía más inverosímil investir a quien está ausente de ética por ser encubridora de la golfería y la CORRUPCIÓN. “Creo en la honradez de Cháves y Griñán, no tienen nada que ocultar” es una sentencia que no deja lugar a otras posibilidades.

Difícilmente puede llamarse felicidad a lo que el votante de Ciudadanos debe sentir en este momento, es fácil imaginar que debe tener una conciencia terrible quien entendía que votaba una alternativa que venía a poner coto a la CORRUPCIÓN, y ahora afronta, como con la ilusión traicionada, son sus propias manos las que extienden la alfombra roja al continuismo del pago y tente tieso, y del clientelismo político. Acaso palabras como “indignación”, “asombro”, “decepción” o “disparate” sean los términos que mejor describan su estado de ánimo.

En fin, creo que el partido de la media naranja ha cumplido su función. Pues tal y como apuntaba el lúcido pensamiento de Eduardo Galeano: “Si votar sirviera para cambiar algo, ya estaría prohibido”.

¡Un café con gotas de luz!

Antonio de La Española

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