En la Tierra a martes, 16 abril, 2024

Una triste victoria

“Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia.” (Santiago Ramón y Cajal)

Las encuestas, que debe hacerlas un borracho, han demostrado por enésima vez que el voto de los indecisos en un país de indecisos es el que da el vuelco a los pronósticos. En esta ocasión, los pusilánimes votantes han decidido mayoritariamente, que siete meses de inoperancia y abandono de la más mínima responsabilidad exigible merecían el premio de su confianza. Apoyado en el voto útil, es decir, en el voto de la imbecilidad extrema, Mariano Rajoy ha conseguido el respaldo mayoritario de una sociedad podrida que claramente toma partido por la corrupción, mientras baila el merengue de la gaviota ante una sede reformada en B y festeja su victoria, con un triunfalismo sorprendente, reclamando la exclusividad de la nacionalidad española al grito rancio del nacionalismo más provinciano: “yo soy español, español, español”. Como si el ciudadano que ha elegido otra opción fuera australiano, rumano o panameño.

También contra pronóstico, Sánchez lidera la izquierda, librándose del anunciado sorpasso del frente de unidad comunista, a pesar de que su inutilidad. Los ochenta y cinco diputados conseguidos han vuelto a hacer historia para un partido que continúa en caída libre. Eso sí, ahora tiene la sartén por el mango y la posibilidad no únicamente de permitir la formación de un Gobierno, sino también de imponer al mismo el signo político que apetezca. O, incluso, y dadas las condiciones que el obligado veto a Rajoy que Rivera se ha impuesto, obligar a la elección de una presidencia de consenso. Mientras tanto y para su alegría la amenaza de Susana Díaz, otra que también ha hecho historia en Andalucía, se diluye en su propio fracaso y da oxígeno puro a la insuficiencia respiratoria de un Secretario General para quien ya estaba organizado un muy merecido entierro.

El desprecio a las tesis de Iñigo Errejón y a su idea de transversalidad por parte de la soberbia y el autoritarismo desmedido de Iglesias, que no tuvo mejor ocurrencia que declarar su amor por el también masón Rodríguez Zapatero, ha acabado definitivamente con el sueño podemita de tomar el cielo por asalto. La coalición comunista ha caído al abismo del infierno por haberse mostrado anacrónica al haber realizado en campaña una reivindicación casposa del Partido Comunista. Su bloqueo descarado a la investidura de Sánchez -en claro servicio a los intereses de la derecha- aderezado con aquel iracundo discurso de la cal viva, su ausencia de beligerancia con Rajoy durante el debate televisivo y su inexplicable e inconsecuente discurso de manos tendidas al socialismo durante los últimos días, han dibujado el perfil de un jugador fullero de quien se hace imposible confiar por muchas horas de propaganda que le haya dedicado la empecinada subjetividad de García Ferreras. Iglesias y su franquicia bolivariana tocaron techo en diciembre.

Ciudadanos, convertido en caricatura por la pinza PPodemos, ha pagado un alto precio por la polarización de la campaña. El voto útil que ha premiado a la derecha acaparando el voto moderado, ha castigado a una formación que debe tener futuro a pesar de su presente. Si Rajoy -desde el balcón de Génova ya le ha tirado los trastos a Sánchez- no consigue un acuerdo con los socialistas, será la hora del maltratado Rivera y sus tres millones de frustradas esperanzas. El momento soñado para pasar factura y mantener su veto a la estatua de Moncloa demostrando la imbecilidad del voto útil que vota lo inútil; el voto que avergüenza y que pretenden justificarse cuando no tiene justificación alguna y forma parte de esa inconmensurable realidad que es la estupidez.

Antonio de La Española

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