La BATALLA de Madrid

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La zona de fricción entre las placas tectónicas del Partido Popular y del PSOE se sitúa en la Comunidad de Madrid. Desde hace meses los detectores registran una acumulación de energía capaz de disparar los medidores de la escala Mercalli con una sacudida fulminante. La prera y gran batalla electoral posterior al pacto del estatuto catalán se librará en el mismo escenario en el que en 2008 (año de comicios generales) se recordarán los doscientos años de las sublevaciones de modistas y ganapanes contra el invasor francés.

 

Madrid es para los populares el teatro donde demostrar la eficacia de su gestión  y el mérito de un proyecto que ha puesto a la capital a la altura de Londres y París en la competencia empresarial. Le falta, eso sí, mejorar los índices de calidad de vida, y la percepción de unos ciudadanos que cuando salen a la calle sólo ven zanjas, montañas de escombro, y máquinas que rugen y exploran el subsuelo. 

 

Las fricciones entre el gobierno de la nación y el de la comunidad han elevado la temperatura. Aguirre emprende obras de infraestructura que el gobierno paraliza; activa en la escuela mecanismos para cubrir las profundas deficiencias de una ley de educación deficiente y desarma la intransigencia de la ministra Salgado con un reglamento que alivia la segregación de los fumadores. Madrid es hoy el zoco donde los grandes mercaderes de la cosa política despliegan sus catálogos de ofertas. Así no es extraño que se disparen las expectativas de que tanto Aguirre como Gallardón pueden llegar a la Moncloa en Metro. Para cortar ese viaje, los socialistas han hecho encuestas. Ya lo hicieron hace tres años. Entonces los sondeos decían que sólo Solana era capaz de romper las mayorías populares. En las de hoy mister Pesc desciende mientras despunta un Pepe Bono que ya se ha convencido de que el Ministerio de Defensa y las proclamas militares han convertido su mandato en una estación término.

 

En el cuartel de Sancas se trabaja con un gran frenesí para achicar el agua. Los sondeos le auguran desastre. En el caso de Trinidad Jénez no hay pulso. Las culpas siempre se cargan hacia abajo. El prer señalado con la responsabilidad de la debacle ha sido el aparato de Comunicación. Por eso no es extraño escuchar estos días asuntos locales de Madrid convertidos en noticias nacionales los informativos de RNE. Presión. Sacaluga, forrabolas del periodismo de panfleto,  dicta los minutados mientras castiga el hígado de Agustín de Grado en Telemadrid, para repetir persecuciones, en el viejo estilo de la checa. Se juega el puesto.  

 

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