© Miguel Mielgo Esbjerg (Dinamarca)
Cuando empezó a llover, el concierto de Plácido Domingo en Dinamarca estaba ya en su segunda parte. Pero a pesar de la lluvia, ninguna de las más de 5.000 personas que llenaban el recinto al aire libre se movió de su sitio. Los nórdicos, previsores como siempre y acostumbrados a los inesperados cambios del tiempo, sacaron sus permeables de plástico, incluso la princesa Benedicte, hermana de la reina Margarita de Dinamarca y su sobrino el príncipe Joaquín y aguantaron sentados el intenso chaparrón de agua hasta el final del evento, aplaudiendo entusiasmados la potente voz del tenor español.
Habían venido de todas las partes del país. También desde Suecia, Noruega, Alemania e incluso desde los EEUU. No todos los días tenían la otunidad de ver y oír en directo al que consideran el mejor tenor del mundo. Tal vez los nórdicos no conozcan el nombre de sus gobernantes, pero hasta los niños saben quién es “Behagelig Søndag” (el nombre de Plácido Domingo traducido al danés). Amantes de la música clásica, una ópera, aunque sea en la tarde de un domingo de verano y en pleno mes de vacaciones, es algo que no se deja de lado y menos, cuando se trata de oír la profunda, intensa y redonda voz de Plácido Domingo. Otra cosa sería el precio de las entradas, que no eran baratas una de las razones la cual no fueron muchos mas los asistentes. Mucha gente se quedaba en los alrededores, pegados a las vallas, para así poder oír desde allí, aunque lloviera a cántaros, que no podía pagar las 770 coronas (103 Euros) que costaba la localidad más barata, y menos las 1.270 coronas (173 Euros) la más cara.
Este era el prer y único concierto de Placido Domingo en Dinamarca desde su ya legendaria opera en 1993 en el “Parken”, el estadio de fútbol de Copenhague. Pero Esbjerg no es la capital del reino de las 500 islas, y el viaje hasta aquí es largo. La ciudad más joven de Dinamarca está situada en la península de Jutlandia, en la costa oeste del país, a orillas del Mar del Norte, que este año ha sido nombrada “Årets By 2006” (La ciudad del año). Sin embargo Esbjerg se vistió de “gala veraniega” para ver y oír a Plácido Domingo, acompañado en el escenario la joven soprano argentina Virginia Tola y la danesa Inge Nielsen. Una perfecta combinación de voces para una música, también perfecta, interpretada la Orquesta Sinfónica del Sur de Jutlandia que, bajo la batuta del director estadounidense Eugene Kohn, convirtió este concierto en un inolvidable espectáculo de lujo que, a pesar de la lluvia y según los críticos, fue “verdaderamente único”.
Plácido Domingo abrió el concierto con “O, souverian” de Massenets de “El Cid”, y le siguieron otras piezas como la conocida y praveral canción de amor “Winterstürme wichen dem Wonnemond”, de Las Valquiras de Wagner, cantada con una fuerte pasión y clara articulación de las consonantes en alemán, el tenor español. Otras de las piezas más aplaudidas fue el “Lamento di Federico”, de “L’Arlesiana” del italiano Francesco Cileas y, sobre todo la maravillosa “Amor, vida de mi vida” de la “Maravilla” de Pablo Sorozabal que, junto con “No puede ser” de la “Tabera del Puerto”, representaban a la zarzuela española que tanto le gusta cantar.
Un repertorio para todos los gustos que entusiasmó a un entendido público danés, tradicionalmente más germanizado que latinizado, y que no dudaba en levantarse de sus asientos para aplaudir con intenso fervor, a pesar del agua que empezó a caer con fuerza en el segundo acto del espectáculo. La veterana Inga Nielsen y la joven Virgina Tola, las dos sopranos que Plácido Domingo introdujo galantemente en escena, cantaron el dueto “Su l’aria”, del tercer acto de “Las bodas de Fígaro” de Mozart, con una maravillosa armonía entre las dos voces y una admirable compenetración entre ambas. Un concierto que llegó a su clímax con la formidable y poderosa interpretación del clásico “Granada”, de Agustín Lara, que para un público que entiende de música pero no el español, puso el broche de oro a la noche e hizo que todos los asistentes se levantaran emocionados aplaudiendo sin cesar, aunque para ello se mojaran aún más la lluvia.
Una tarde con Plácido Domingo en Fanø
Encuentro a Plácido Domingo en Fanø, una minúscula isla en la costa oeste de la península de Jutlandia, a la que sólo se puede llegar en ferry desde Esbjerg. Sólo se tarda 12 minutos en cruzar el corto brazo de mar en el golfo del mismo nombre para poder visitar esta isla del Mar del Norte, convertida en verano en un idílico paraíso turístico. Desde el pequeño puerto de pescadores de Nordby hasta el Nørby Kro, un acogedor hotel de planta baja, instalado en los antiguos caserones de tejado de caña que hace dos siglos eran los pajares y establos de una típica granja danesa, hay poco más de 4 kilómetros andando. Plácido Domingo se alojaba aquí, lejos del ambiente ruidoso de la ciudad. Amable y atento como siempre, accede a hablar conmigo, pero sólo tiene unos minutos antes de ir a cenar. Sus compromisos son muchos estando de gira, y se le nota algo cansado.
Es la prera vez que estoy en Esbjerg y en esta isla de Fanø. Después nos vamos a Noruega, a otro concierto en Trondhe, ¿sabe donde está?
Sí claro, le respondo y le cuento que Trondhe, llamada Nídaros en la Edad Media, fue la cuna de la cristiandad nórdica y meta de peregrinos del norte de Europa.
Señor Domingo, usted se pasa la vida de un lado para otro; ayer en Alemania, hoy en Dinamarca, mañana en Noruega, después en los EE.UU, tiene que ser cansado. ¿Tiene tiempo para estar en casa?
“Bueno, un poco sí, pero he estado hace poco en Madrid, y he tenido tiempo de estar en casa, pero no mucho”
Hablando de tiempos pasados, ambos recordamos la prera vez que estuvo en Dinamarca. Fue a finales de los años 80, cuando los anfitriones daneses le abrieron la noche, y de forma exclusiva, el “Tívoli” de Copenhague, el famoso parque de atracciones, para cenar allí tras el concierto.
“¡Ah sí!… ahora lo recuerdo. Usted estuvo conmigo en esa cena. Cómo ha pasado el tiempo. Hace ya tantos años…”
Ha estado en casi todo el mundo. ¿Hay algún sitio que no haya estado?
“Uy, sí… en muchos”
¿Qué le parece esta parte de Dinamarca?
“Esto un lugar maravilloso. En esta isla se respira paz y tranquilidad. Es un sitio ideal para descansar y además, la playa me ha gustado. Esta mañana incluso me he estado dando un chapuzón”
¿En el Mar del Norte?…¿se ha atrevido a meterse en el agua del mar con lo fría que está?. Hay que ser un poco vikingo para ello… ¿o no?
“¡Ah no!… hoy hacía una buena temperatura. Creo que unos 24 grados. Me gustó y el agua no estaba fría, digamos que estaba en su punto”
¿Ha venido con su familia como aquella vez en Copenhague?
“No, esta vez no. Mi mujer estaba conmigo hasta antes de venir aquí, pero ha tenido que volver a Madrid un asunto familiar”
¿Sus hijos tampoco le acompañan?
“No, esta vez tampoco ellos han podido venir conmigo a Dinamarca”
Es sábado y en los salones del hotel se está celebrando una boda. Todos los invitados saben que el tenor español está allí pero que necesita descansar para el concierto de mañana. Ninguno sale a interrumpir la conversación, aunque sólo están a unos metros. Los daneses son discretos y no hacen mucho ruido. Por respeto, hasta mantienen a los niños alejados para que no molesten. Thomas, su jefe de seguridad, me mira. Le había prometido que estaría no más de 3 minutos, pero no parece que el tenor más famoso del mundo tenga prisa, a pesar que en el restaurante del hotel ya le están esperando. Llevamos casi 15 minutos y la conversación entra en un plano personal y más privado. Hablamos de Dinamarca, de la familia, de la música, de los niños y de los años pasados. Nos despedos antes que Thomas, alemán él y muy preciso, entre al quite, pero se da la vuelta y seguos hablando de temas personales.
Mira a la cámara, me dedica un saludo para todos los españoles y me pregunta:
“¿Se va a quedar aquí y venir mañana al concierto?”
Si claro, mañana voy a estar en el concierto. le digo
“¡Ah!… pues allí nos vemos. Así puede ver los regalos…”
Gracias, allí estaré. respondo y nos vamos cada uno su lado.
Miro la cámara y me doy cuenta que la cinta se ha enganchado. La entrevista no se ha grabado. Maldigo la tecnología e intento pasar una nota a Plácido Domingo explicando lo que ha pasado. El personal del hotel me dice que no pueden molestarle hasta el final de la cena. Al día siguiente, Thomas, su jefe de seguridad, me pregunta qué me fui después y me dice que cuando Plácido Domingo se enteró de lo que había pasado con la cinta, salió a buscarme para repetir la entrevista antes de tomar el postre. Pero falló la comunicación, nadie me indicó que podía esperar. Eran casi las 9 de la noche y había que volver a Esbjerg en el últo “ferry”. Ahora sólo quedaba disfrutar del “behagelig søndag” (plácido domingo en danés), oyendo cantar a Plácido Domingo en español y en Dinamarca.
