‘Los políticos son actores, sí. Pero no engañan’

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Entre el político y el electorado hay una convención: ambos saben que el prero no dice toda la verdad. Así de claro se muestra el especialista en Comunicación Política Javier del Rey Morató, que pone el acento en Intet a la hora de de influir en el discurso político. En PRLatam, reconoce que el programa ‘Aló Presidente’, presentado Hugo Chávez, es un ‘brillante ejercicio de comunicación política’ y cree que Nestor Kirchner ‘marginará a los periodistas que puedan complicarle la vida’.

LATAM (30/04/07) Entre el político y el electorado hay una convención: ambos saben que el prero no dice toda la verdad. Así de claro se muestra el especialista en Comunicación Política Javier del Rey Morató, que pone el acento en Intet a la hora de de influir en el discurso político. En PRLatam, reconoce que el programa ‘Aló Presidente’, es un ‘brillante ejercicio de comunicación política’ y cree que Nestor Kirchner ‘marginará a los periodistas que puedan complicarle la vida’.

¿Cree que las campañas electorales están aprovechando todo el potencial de Intet?

Llevamos sólo una década con Intet y los políticos sólo han hecho sus preras tentativas de hacerse con este recurso tecnológico. Al principio, lo han utilizado como un tablón de anuncios electrónico, es decir, según una fórmula arcaica que consiste en utilizar las herramientas de hoy con las rutinas de ayer. En un segundo momento, descubrieron que era un recurso útil para conseguir recursos económicos, cosa que vos en los Estados Unidos, en las prarias del Partido Demócrata para las elecciones de 2004. También se descubrió que era una buena base para lanzar videos contra el adversario político.

Intet es una plataforma multedia, capaz, en teoría, de cambiar la democracia y de influir en el discurso político, incidiendo sobre la agenda de temas. También los medios acusan la influencia de Intet en la política cuando tienen que dar cabida en sus espacios a algo relevante que ha surgido en la red.

 

Nestor Kirchner ha optado no dialogar con los medios de comunicación, ¿Qué costes políticos puede suponer esta estrategia a un mandatario?

Nestor Kirchner es un personaje previsible y, paradójicamente, de tan previsible, empieza a resultar previsible en sus excentricidades. Tiene fama, bien ganada cierto, de gobernar con un ojo puesto en los medios de comunicación. Argentina tiene elecciones este año y esa actitud podría volverse contra él. Pero la corregirá, bien es verdad que a su manera. Controlará sus comparecencias y ante quién comparece, y marginará a los periodistas que puedan complicarle la vida. Y en esto, probablemente, será placable. Por lo demás, no es la única variable ni la más tante de la campaña electoral argentina, pues el marchamo del peronismo más la gestión económica de Kirchner parecen ponerle en buen lugar.

 

Algunos líderes latinoamericanos mantienen una difícil relación con los medios de comunicación más críticos con su gestión. ¿Cómo se debe enfrentar un político a los mensajes adversos?

La relación de los líderes políticos, sobre todo si son presidentes, con los periodistas y con los medios de comunicación es un tema clásico de la moderna democracia, y lo frecuente es que en esas relaciones se produzcan conflictos, enfrentamientos y distanciamientos. También lo hemos visto en España, con la actitud de Rajoy ante el Grupo PRISA, que recuerda a Kircnher, aunque en este caso hablemos de un líder de la oposición y no de un gobernante.

Con los mensajes adversos hay que contar. Son el pan de cada día de un gobernante, y si no que se lo pregunten a Zapatero. A veces el silencio es la regla de oro, a veces es aconsejable la delegación de respuestas rápidas en actores de segundo o tercer nivel, estrategia frecuente y que vemos actualmente en el PSOE.

Gobernar es tragarse un sapo antes del desayuno, decía Fraga Iriba, y los enunciados derogatorios sobre la actuación del gobernante son cosa de todos los días. Zapatero, en ese sentido, no lo hace mal. Contesta cuando quiere, y cuando quiere, calla. Contestar siempre sería negativo, que iría a rastras del PP, que le fijaría la agenda. Y un presidente, o lleva la agenda o da la callada respuesta o delega en otros la respuesta adecuada, que debe formularse cuanto antes y, en la medida de lo posible, antes del cierre del últo telediario, como hacían los estrategas de la campaña de Clinton.

 

¿Cuál es el efecto real de las informaciones aparecidas en los medios de comunicación durante el periodo de campaña electoral?

El efecto real es difícil de calibrar. Dependerá, en todo caso, de la magnitud de la noticia, de su alcance, de sus consecuencias, de los políticos afectados ella y de la medida en que les afecte. Naturalmente, las noticias forman parte de la agenda temática, que se corresponde con la agenda de los ciudadanos. Pero su ‘efecto real’ depende, insisto, de su relevancia. No es lo mismo una revelación sobre el 11M que demuestre que ETA estaba plicada en el atentado, algo que, aunque probable, si fuese cierto sería adverso para el PSOE, que una noticia sobre el aumento del paro, que es relevante pero no tan escandalosa.

 

Un programa al estilo de Hugo Chávez con su Aló Presidente, ¿qué debilidades y qué fortalezas puede tener en términos de comunicación política?

El programa de Hugo Chávez, que analizo en mis clases, es un brillante ejercicio de comunicación política. Si nos sorprende es que desconocemos al auditorio. Pero Chávez, que sí conoce a quienes habla, adapta su lenguaje al del auditorio, habla como un maestro de escuela, canta, gesticula… Y todo está calculado. Además, toma decisiones ante la cámara, con la eficacia que supone romper la frontera que existe entre gobernación y expresión, entre política y comunicación política, en el acto de destituir a algún dirigente de la empresa de petróleos. En directo, ante la cámara, los ciudadanos ven comunicación política y ven, al tiempo, producirse ante sus ojos la política.

Y la política ya no es un oscuro asunto que se perpetre en lejanos palacios, en suntuosos despachos, sino que la hace uno que es como ellos, con el mismo color de piel, con su lenguaje y sin tapujos. Es una genialidad de Chávez y es el secreto del 62% de votos que tuvo en las elecciones del 3 de diciembre de 2006.

 

En sus publicaciones, habla muchas veces de los juegos del lenguaje. ¿Cómo inciden en la conquista y el manteniento del poder?

Inciden de manera notable, decisiva, cuanto todo lo que tenemos de los políticos a los que votamos son nuestras percepciones. Y las recibos a través de esas prótesis exosomáticas que son los medios de comunicación, preferentemente la televisión. Y, en esas ágenes, les vemos actuar con un guión, un argumento y un argumentario, es decir, con expresiones codificadas, juegos de lenguaje que no se litan a describir la realidad. La crean.

Los juegos de lenguaje parten de la base de que la mayor parte de la información relevante está en el auditorio y tienen acceso a ella los métodos de la sociología empírica: encuestas y sondeos. Ahora mismo lo vemos en Francia. Los juegos de lenguaje de la segunda vuelta han cambiado y persiguen hacerse con el voto centrista, de François Bayrou, algo más del 18% del voto en la prera vuelta.

El lenguaje no describe la realidad. El lenguaje es la realidad. Y construye inmensos edificios de palabras con las que nos relacionamos como si fueran la realidad, que son la realidad. Cuando la crisis del Prestige, se ordenó que no se hablara de ‘marea negra’ cuando esa era la realidad, que se la temía. En ese caso se equivocaron, que los juegos de lenguaje iban un lado y la televisión otro. Por ella, la marea negra llegaba a nuestras casas en La Coruña, Madrid o Badalona.

 

Usted plantea que los políticos son actores. ¿Están engañando entonces a la opinión pública?

No es que estén engañando. La actividad política se mueve en dos planos: las acciones y los mensajes. Las decisiones y la comunicación. Y en ésta tienen que practicar lo que llamamos la sulación, que no se identifica con la mentira que la mentira necesita de la verdad para definirse como tal y tomar distancias de ella. La sulación es otra cosa. Yo no digo que quiero ser presidente que mi ambición no tiene límites. Y, hasta que no me lleve mis bártulos y mis muebles a La Moncloa, no dormiré tranquilo, sino que ‘estoy al servicio de la nación’.

Son actores, sí. Pero no engañan. Como no engaña el actor que hace de Julio César en un teatro de Madrid. Digamos que él y el auditorio fingen durante una hora y media que es Julio César. Lo mismo pasa en las campañas electorales. Sabemos que no van a decir la verdad y eso no es necesariamente mentir, o no toda la verdad al igual que sabemos que el abogado defensor de un asesino no va a decir que es un asesino para atenuar la pena.

Y el espectáculo de las campañas electorales, que tiene mucho de ficticio, de drama griego, es algo que acepamos así, convención, y que sólo conocemos ese recurso para asignarle el poder a alguien. Hay otro método, otro juego más grave que tiene consecuencias: la fuerza. Pero en nuestras sociedades sólo aceptamos la persuasión, que se produce en la comunicación. Y que, insisto, no se identifica con la mentira, aunque pueda adoptar esa fórmula.

 

¿Qué diferencias existen a la hora de comunicar entre las dos izquierdas que existen en América Latina?

Existen tantes diferencias, pero también existen diferencias entre un país y otro. En la izquierda socialdemócrata Kirchner, Vázquez, Lula, no hay necesidad de definirse como antinorteamericano. En la izquierda que identificamos como ‘populismo’, hay una combinación notable de ingredientes varios: nacionalismo, caudillismo, populismo, antinorteamericanismo. Y todo pivota sobre el caudillo, como vemos en Venezuela.

Además, en el populismo, se interpela al pueblo como si fuera un todo indiviso, sin diferencias internas y sin contradicciones. Y hay la pretensión de erigirse en tavoz de ese pueblo frente a una minoría nativa opresora, la oligarquía, o frente al perialismo norteamericano. Es una fórmula conocida de éxito testado: Perón, en los años 40 y 50 del siglo pasado, y ahora Kirchner.

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