Políticos y sociólogos suelen fracasar en el olfateo de las corrientes de fondo que inclinarán la balanza del 9 de marzo. El peso estará tan igualado que las pequeñas ataciones serán decisivas.
Si hay algo que despierta el recelo de los populares sobre Gallardón es la facilidad con la que se deja convertir en juguete de la izquierda. Si va en las listas que la sucesión está abierta, si no va que el PP se escora a la derecha. Si cuentan con él es malo para Rajoy, si no cuentan también. Hay días que este magnífico alcalde parece un candidato socialista en las filas del enemigo.
Pero atentos, que mientras el PSOE ladra y predica a los cuatro vientos que los populares no creen en la victoria de Rajoy, una marea de votos crece y amenaza con estrellarse contra la Moncloa. Son los internautas, irritados el canon, puesto revolucionario, chantaje de la SGAE.
Queda mucha campaña. Lo de Gallardón se olvidará. EL propio Gallardón hará lo posible que se olvide y olvidarlo él mismo. Y cuando los electores despierten el 10 de marzo, el canon seguirá ahí.
