Desde Gutierrez Mellado, militar de carrera, de ningún otro ministro ha interesado tanto su conociento del Ejército. De Serra se dijo que no había hecho la mili, y de Trillo, que no supo contratar adecuadamente los aviones militares. Bono se trajo las tropas de Irak de un día para otro, incluso generando alguna situación de peligro la premura, y sobre Alonso, el últo ministro de Defensa de Zapatero, no se dijo nada. Era juez de carrera y sobre las cuitas del Ejército presupusieron que se pondría al día en unos meses. Los mismos que tardará la flamante ministra Carme Chacón en tener su hijo. Mujer, joven, catalana, embarazada y ministra de Defensa. Su fotografía, luciendo una orgullosa barriguita de siete meses y pasando revista a las tropas, ha dado la vuelta al Globo.
Los telediarios de medio mundo abrieron esta semana destacando el hecho de que, además, Zapatero fuera el prer presidente europeo, incluso mundial, que ha nombrado un Gobierno con más mujeres que hombres. El machista Berlusconi no perdió la ocasión de hacer una broma de mal gusto. Pero aquí, en territorio nacional, lo que avergüenza es el ruido mediático, en algunos casos no sólo obsoleto y retrógrado, sino hasta con inquina, hablando de la ministra Chacón como de esa niñita, jovencita, guapita, o del Batallón de las Modistillas, o de Zerolo y su marido. Incluso hay voces radiofónicas y editoriales que, pretendiendo ser más sutiles y serias, cuestionan el embarazo y la baja maternal como incompatibles con el alto cargo. Cabe preguntarse ¿es acaso una constatación de que esos directivos, tan igualitarios de boquilla, otra parte, no contratarían en puestos de alta responsabilidad a mujeres en sus periódicos que pueden parir y criar?
Pero aunque en Chacón han coincidido todos los patrones y eso es digna de elogio la audacia de Zapatero, habría que ampliar el foco y recordar el continuo goteo de sorna y menosprecio que lastra a toda mujer de talento. De Aguirre se dijo ‘marisabidilla, ignorante y descarada' hasta que, contra viento y marea, su gestión le fue ganando un puesto entre los líderes aparentemente capacitados ya de cuna. A Rosa Díez, el jesuítico Arzalluz (el del RH negativo) la definió como la pizpireta vasca y se quedó tan ancho. De Fernández de la Vega, su gusto el disfraz. De Soraya Sáenz de Santamaría, que ser joven y mona equivale a ser inexperta. Nunca hemos oído algo al respecto, ejemplo de Güemes, el atractivo y joven consejero de Sanidad y uno de los dirigentes favoritos de Esperanza Aguirre. Llegó, guapo y joven, gestionó y demostró su talento. Aguirre, ella bien lo sabe, es objetivo de muchos comentarios envenenados de la baronía regional, en parte, el sple hecho de ser mujer y ser capaz.
CONCHA MINGUELA, DIRECTORA 'GENTE EN MADRID'
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