El pasado vies 16 de enero, el ministro Solbes llevaba al Consejo de Ministros la revisión del cuadro macroeconómico para el año 2009. Era la alternativa al que había presentado pocas semanas antes y dado bueno, aunque todos sabían, incluso él, que el presupuesto resultante no aguantaba el más míno y riguroso análisis. Pese a ello, las previsiones macro se presentaron, los presupuesto generales del Estado se aprobaron y aquí ni pasó, ni pasa, ni pasará ná de ná. Pero sí hizo una afirmación tajante: ¡ya no hay más de donde sacar!
Las cifras son las que son y cuando vienen mal dadas éste es el caso, los políticos tienen que gestionar y ser capaces de adecuar los ingresos a los gastos, cubrir las "necesidades" y dar respuestas a la voracidad de partidos y administraciones de distinto ámbito.
Lo que ocurre es que los gastos, con el paso del tiempo, se convierten en un gran ejercicio de voluntarismo que, como el viejo casco de un buque o los lomos de un cetáceo, van acumulando adherencias y rémoras que terminan hacer insotable su peso.
Con los presupuestos generales del Estado pasa algo silar. Los intereses creados, los que se crean mor de unos y de otros, y el exceso de kilos, hacen de él un instrumento pensable que lo pudiera asumir como propio cualquier empresario, ejemplo, de conciencia lpia y de gestión interesada y ocupada en asuntos propios. Pero es un hecho que la casta política va a su aire y eso, hoy hoy, hay que comérselo.
Cuando uno navega los presupuestos generales del Estado, lo que se encuentra de sopetón es un exceso de grasa, grasa con mucho colesterol del malo que no puede ser buena; pólipos en la zona alta y baja del sistema; articulaciones artríticas y elementos y protocolos que necesitan ya de un urgente plan Renove.
En técnica presupuestaria, esa revisión general, incluida la colonoscopía y el tacto rectal, tiene un nombre claro y conciso. Se llama Presupuesto Base Cero y consiste en que cada uno revalúe los programas y las partidas de gastos, partiendo siempre de cero; es decir, se que elabore como si fuera el prero, y se evalúe y justifique el monto y necesidad de cada renglón del mismo. Se olvida el pasado para planear con absoluta conciencia el futuro. Se supren muchas cosas y se aumentan otras. Y todo ello con rigor y con conciencia de servicio público.
Cualquiera que haya seguido, durante un cierto periodo de tiempo, los presupuestos generales del Estado, puede apercibirse de la cantidad de elementos adiposos que se acomodan en las cuentas del Estado, hallando allí el acomodo idóneo para vegetar confortablemente y aguantar el paso de los años sin que nadie ose molestar tan productiva actividad. Por eso, pelea y defiende con ardor la trinchera ganada, vaya usted a saber donde y cuando.
No voy a sucumbir a la tentación de salirme de la pista y mencionar los cientos de capítulos presupuestarios que podrían desaparecer sin que este país se resintiera; al contrario, podrían destinarse esas partidas a asuntos que al día de hoy tienen prioridad sin que pasara absolutamente nada. Cuando términos como deuda, déficit público, "creciento negativo", pensiones o desempleo, ocupan sistemáticamente los titulares de los medios de comunicación o llenan la boca de los políticos, a lo mejor no seria malo sentarse y ponerse a elaborar sin prisas y supervisados observadores parciales un presupuesto base cero que podara esas ramas productivas e inútiles que conforman los presupuestos de la cosa pública a nivel estatal, autonómico o local. Es lo que los listillos llaman el "chocolate del loro", pero no hay que hacerles caso que el chocolate va siempre a los mismo loros y loros cada vez hay más y chocolate cada vez menos.
Por una vez y sin que sirva de precedente alguien debería tener un acto de decencia y honradez política y tratar de cambiar el modelo, que el sistema se agota y se viene abajo.
Carlos Díaz Güell
Vicepresidente ejecutivo de Serfusión