Fue corto, pero intenso. Fue duro, pero agradable. Parecía interesante y resultó ser mucho más. Así podría resumirse en pocas palabras el viaje sueco que vivieron los periodistas invitados la farmacéutica Bayer HealthCare al ‘The 2011 European Multidisciplinary Cancer Congress’.
Era un vies caluroso en la capital madrileña cuando pusos rumbo a tierras suecas en un largo viaje de ida que incluía escala en un silencioso, cosmopolita y concienzudo (su detector de metales y posterior cacheo es muy exigente) aeropuerto de Zurich. Mucho chocolate, mucha bandera suiza y modernas salas de fumadores, adecuadamente patrocinadas, eran las señas de identidad del aeródromo que pronto abandonaríamos para poner rumbo al destino final, Estocolmo.
Tras una rápida recogida de equipaje y una temperatura ambiente de 10 grados el camino al hotel se prolongó durante más de media hora entre anadas conversaciones y mensajes de rigor a la familia. Todo bien decían los SMS. Una cena y unas cervezas ecológicas pusieron punto y final a un dilatado vies. Aún no habíamos descubierto el encanto del marinero y ‘Gantiano’ Hotel J y la zona donde nos encontrábamos, la oscuridad lo pedía.
No pasó lo mismo a las 7 de la mañana cuando tras levantarnos y abrir las cortinas uno comprobaba que nos encontrábamos a los pies de un puerto y el sol iba a regalarnos un agradable día. Paso el Congreso y tour express los sitios típicos de la ciudad, cambio de guardia incluido. Tras recoger a uno de los rezagados de la expedición y una comida más ‘pesada’ de lo que hubiésemos querido, la rueda de prensa de Bayer HealthCare nos esperaba. Fue allí donde nos reunos con el resto de colegas europeos con los que posteriormente compartiríamos autobús y cena (para nosotros sería merienda puesto que comenzaba a las 7 p.m).
La cadencia de las conversaciones de la dinner transcurrían a ritmo de música house, detes y consultas constantes al móvil. Cadencia que se mantuvo hasta los postres e incluso en el ascensor ‘multipulsación’ del hotel. Diez minutos más tarde estábamos en centro de Estocolmo, bien abrigados y tomando unas cervezas relajadas con el resto de periodistas españoles. La cama supuso el mejor final a un día de hiperactividad.
Un completo desayuno reparador, posibles despedidas, compras de rigor en las tiendas del aeropuerto y 4 horas de vuelo que transcurrieron entre la comida y la siesta de rigor. Espléndido broche para llegar a Madrid y encarar la nueva semana con positivad y buenos feelings. Por cierto, el mito de los suecos y suecas es sólo eso, un mito.
Seguiremos informando…