Soraya, tras el Consejo de Ministros

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Tenemos nueva agen del Gobierno. Mucho más fresca que las tres últas. Entre Fernández de la Vega, Rubalcaba –todo un maestro–, José Blanco y Soraya Sáenz de Santamaría, parece claro que esta últa transmite mejor agen. Y eso que tiene la patata caliente de los recortes y cómo explicárselos a la opinión pública. Es decir, a quienes los vamos a sufrir.

 

Pero hay aspectos que me parece que deberían cuidarse más. Eso de que su peinado le cubra parte de la cara quizá no sea bueno para la agen que debe transmitir, mucho que a ella le guste. Cuando se dan noticias, sobre todo si son malas, hay que dar la cara, toda la cara, y tenemos que ver la cara completa de quién nos está informando. Y medir mucho la sonrisa.

 

También he notado que en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros lee demasiado. Debería leer menos. Hay que tener en cuenta que cuando damos una información queremos que nos miren a la cara; y esa información puede ir dirigida a los medios generalistas, a los económicos o a las autonomías.

 

Si estamos anunciando el nuevo delegado del Gobierno en una región, deberíamos mirar al frente para que las cámaras nos capten y las televisiones de esa autonomía den esa parte, que es lo que realmente les interesa, mirando al tendido.

 

En cuanto a la ropa, es mucho menos llamativa que aquellos trajes a los que nos tenía acostumbrados la otra vicepresidenta, que mientras daba malos datos y pésas noticias lucía carísos vestidos, demostrando una total falta de sensibilidad. Aquello más que la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros parecía un pase de modelos. De modelo, en este caso, que solo había una.

 

La obligación de la tavoz, o el tavoz, del Gobierno no es pasear modelos de ropa sino dar información. Y pasar lo más desapercibidos que sea posible. Es como si cuando Ana Blanco presenta el telediario nos entretuviésemos en mirar sus modelitos en vez en enterarnos de lo que está contando, que es de lo que se trata. Es lo que se denomina la comunicación no verbal.

 

Quizá la vicepresidenta debería intentar comunicar mejor. No es que lo haga mal, pero tiene mucho que mejorar. Yo no le voy a enseñar a hacerlo –Dios me libre–, que grandes profesionales tiene a su alrededor. Pero hay que decírselo. Y quienes rodean a la vicepresidenta tienen la obligación de decirle lo que está haciendo mal para que pueda mejorar. Para eso les pagan.

 

Es lo que más agradecen mis clientes, que no les dore la píldora y que sea sincero con ellos.

 

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