18 / DON RAMÓN SERRANO SÚÑER (y 2)

Publicidad

¡HECHOS!, Merino, ¡HECHOS!. Los hechos son sagrados, tienen que ser sagrados, que sin hechos la Historia sería cualquier cosa menos historia… y eso es lo que se han saltado a la torera muchos de los historiadores de hoy cuando escriben de lo que sucedió con Hitler para evitar la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial, al lado de Alemania, Italia y Japón. (El Tripartito).

 

 

PERSONAJES DE AYER Y DE HOY / Julio Merino     ¿Y cuáles fueron para usted, don Ramón, esos hechos más tantes?

 

    Ya los escribí en mi libro “Entre Hendaya y Gibraltar” y los volví a contar en mi otro libro “Entre el silencio y la propaganda. La Historia como fue”. Pero, no me ta repetírselos. Hubo un Prer Hecho, el fundamental, el que luego se manipuló hasta la saciedad, que todo lo que hicos lo hicos Franco y yo, siempre de mutuo acuerdo. Ni Franco, siendo el Jefe del Estado y Generalíso, dio un paso en aquellos momentos terribles sin hablarlo conmigo, ni yo di un paso, ni uno sólo, sin hablarlo y consultarlo con él. Mis cuatro entrevistas con Hitler las diseñamos milétricamente Franco y yo. Quién diga o escriba lo contrario es un farsante. Hubo un Segundo Hecho, que en aquellos momentos, cuando las tropas de Hitler ya estaban en los Pirineos y dominaban media Europa, todos los generales españoles (bueno, con la excepción del general Aranda) estaban de acuerdo en que Hitler ya había ganado la Guerra. También Franco. Yo, como no era militar, no lo tenía tan claro. Otro Hecho incuestionable, la mayoría del pueblo español estaba con Alemania. Y otro Hecho también tante, si en la entrevista de Hendaya Hitler le concede a Franco toda la parte de Marruecos que el Caudillo le reclamaba, Franco hubiese entrado en la Guerra en ese mismo momento. Y otro Hecho: Hitler y el general Jodl, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Alemania y Asesor especial de Führer, me acusaron a mí de haber sido el culpable de que España no entrara en la Guerra. Como tantas veces he señalado yo fui para ellos el “jesuítico Ministro de Exteriores español” que los engañó. Y otro Hecho, también sagrado, al final todos nuestros argumentos, los de Franco y los míos, no hubieran servido de nada si Hitler no pone en marcha la “Operación Barbarroja” y le declara la guerra a Rusia, rompiendo el pacto de ayuda mutua que ambos habían firmados en 1939. Lo demás son invenciones de los aduladores.

 

    Sí, pero usted se declaró siempre amigo de Alemania y usted fue quien tuvo la idea de la “División Azul”.

 

    Sí, como usted mismo ha dicho, yo era amigo de Alemania, que siempre admiré y sigo admirando al pueblo alemán, y sí, yo ideé la “División Azul”. Pero también eso lo decidos Franco y yo, y lo hicos como una estratagema más para tranquilizar a Hitler y evitar la invasión de España, y además con la condición de que las tropas españolas sólo podían luchar contra los comunistas soviéticos. Sí fui amigo y admirador de Mussolini. El Italiano era más humano, muy diferente al alemán. Los dos, curiosamente, le teníamos miedo a Hitler, creíamos que estaba loco.

 

    Entonces, ¿cuándo dejó de creer Franco en la victoria alemana? ¿Tuvo que ver algo su salida del Gobierno en 1942?.

 

    Nada, en absoluto. A esas alturas de septiembre de 1942 Franco y sus generales seguían creyendo en la victoria (y algunos lo siguieron creyendo hasta 1945 y siguieron esperando hasta ultísa hora las 100 divisiones fantasmas que según ellos tenía Hitler en la chistera). Su cambio se produjo al finalizar la batalla de Stalingrado, en 1943, con la derrota alemana y tenía razón, aquello fue el principio del fin de Hitler. A partir de ese momento fue cuando cambió también la política exterior española y cuando los aduladores del ya casi dios Franco comenzaron a echarme a mí la culpa. Alguien tenía que pagar el pato y yo fui la victa propiciatoria, la obligada cabeza de turco. Desde entonces yo fui el pronazi que había intentado meter a España en la Guerra y que eso me echó Franco del Gobierno. Así se escribe la Historia o así la escribieron los historiadores franquistas o los historiadores comunistas (estos, olvidando el Pacto que Stalin firmó con Hitler, el que el alemán quedó libre para aplastar a la Europa Occidental).

 

Y ahí dos terminada la charla de aquel día en su casa de Príncipe de Vergara, pues a las 8 iba a una conferencia, creo, de Lain Entralgo.

 

Pero, no quiero dejar de señalar, aunque sea brevemente, lo que fue la cuarta entrevista de don Ramón con Hitler en Berchtesgaden, el retiro del alemán en los Alpes Bávaros, lo que el periodista francés Charles Favrel llamó el “Consejo de Guerra de Berchtesgaden”.

 

Llegamos al “Berghof” –escribe el propio Serranonada más terminar la comida con Ribbentrop y el conde Ciano, el Ministro italiano de Exteriores, que también había sido citado, aunque separado, y allí desde una gran explanada donde nos dejaron los coches subos una abrupta escalera para llegar al “nido” del Führer. Rápidamente nos recibió Hitler (conmigo venían el barón de las Torres y el profesor Antonio Tovar, mis dos intérpretes). Hitler sin preámbulo alguno empezó a hablar.

 

“La actual situación obliga a actuar rápidamente. No que haya empeorado sino razones de orden psicológico. Los italianos acaban de cometer un gravíso e perdonable error al empezar la guerra contra Grecia. Ni siquiera han tenido en cuenta las condiciones atmosféricas que han inutilizado el uso de la aviación que es la mejor arma que ellos tienen. El ejército de tierra no puede utilizar armas pesadas. Nosotros hacemos las cosas con más cuidado. Se lo demostraré diciéndole que a pesar de nuestra evidente superioridad militar no atacamos a Francia este tiempo el año pasado y eso que no perdíamos de vista que con el retraso hacíamos posible la preparación de Francia y de Inglaterra.

 

Repito que hay que obrar rápidamente pues con ello se acelerará el fin de la guerra y se solucionarán los problemas económicos que cada vez se presentan más difíciles en todas partes. La velocidad nos permitirá también la cosa más tante que es evitar o disminuir el derramamiento de sangre.

 

Para lograr todo eso es indispensable el cierre absoluto del Mediterráneo. En el Oeste, Gibraltar, el cierre puede llevarse, debe llevarse, a cabo, rápidamente y con toda facilidad, y también “actuaríamos” en el Este atacando el canal de Suez”.

 

“Por otro ladosiguió diciendo tras una pausa que a mi me pareció un siglo de las 230 divisiones de que dispone en la actualidad el ejército alemán, 186 se encuentran inactivas y en disposición de actuar inmediatamente donde sea necesario o conveniente. Tenemos 4.000 aviones dispuestos para acabar con Gran Bretaña en cuanto haya una bonanza duradera que los puedo dirigir a cualquier parte. Señor Ministro, he decidido atacar Gibraltar y tengo la operación minuciosamente preparada, como usted sabe. No falta más que empezar y hay que empezar ya”.

 

Y me tocó a mi el turno. Como se pueden aginar la voz se resistía a salir de mi garganta. Estaba anonadado, y no sólo las palabras del Führer, sino su mirada y sus gestos. Así es que comencé como pude y como pude fui resaltando la situación de pobreza que vivía España y la necesidad angustiosa del trigo americano. También me salió del alma decirle que si el Mediterráneo, que el quería cerrar a los ingleses, tenía dos puertas, Gibraltar y Suez, le argumenté que empezara Suez y nos diera a nosotros el tiempo y las ayudas necesarias para prepararnos.

 

En realidad, según me dijeron después mis interpretes, aquello, mis palabras, más que un discurso, fueron un lamento, el llanto de un español acorralado y viéndose ya metido en una guerra que no quería.

 

Pero, al parecer mis palabras debieron conmover a Hitler, que ya en otro tono bien diferente dijo: “Quiero hablarle como el mejor amigo de España que soy. No quiero insistir. No comparto enteramente su punto de vista, pero me hago cargo de las dificultades de este momento. PIENSO QUE ESPAÑA PUEDE TOMARSE ALGÚN MES MÁS PARA PREPARARSE Y DECIDIRSE”.

 

Aquello era un milagro y tanto yo como el barón de las Torres y Antonio Tovar, respiramos como si hubiéramos resucitado. Aquello era lo que Franco me había pedido.

 

(Ramón, no olvides que llevas en tus manos a España.

 

Paco, sabes que daría mi vida España, pero no se si podré hacer milagros.

 

Pues, en tus manos encomiendo la Patria y rezaré que al menos consigas ganar tiempo. El tiempo para nosotros, y en medio de la Guerra que vive el Mundo, es vital. Yo aceptaré lo que tú decidas en el “Berghof”.)

 

Sin embargo, yo creo que lo que de verdad presionó a Hitler fue lo de Napoleón me dijo una tarde el profesor Tovar, a quien le había pedido una entrevista sugerencia de don Ramón. Sí, hubo un momento que Serrano, como sin querer, mencionó a Napoleón y el comtamiento de los españoles durante la Guerra de la Independencia.

 

“Sí, conozco muy bien ese tema y todo lo relacionado con las guerrillas. Napoleón se equivocó con su invasión”interrumpió Hitler con cara de pocos amigos, pues entendió rápidamente el mensaje sublinal de don Ramón.

 

¿Y qué los Historiadores aduladores silenciaron o manipularon estas cosas? Sencillamente que finalizada la Guerra, e incluso antes, había que cargarle el mochuelo a alguien que no fuera el dios Franco. Y entonces se inventaron la “patraña” que comentamos.

 

SEGUNDA PATRAÑA. Se le acusó de haber “traicionado” a la Falange. ¡Mentira total!. No fue Serrano quien traicionó a la Falange, fueron otros, aquellos que ambiciosos de mando y poder se hincaron de rodillas ante Franco y se olvidaron de José Antonio y de su Falange. Pero, ¿cómo iba Serrano a traicionar a su mejor amigo, al compañero de estudios José Antonio, al que admiraba desde que se conocieron en la universidad?. Tampoco José Antonio se olvidó nunca de su amigo Ramón, como lo demostró en su Testamento nombrándole albacea, cuando ya casi tenía enfrente el pelotón de fusilamiento.

 

Lo que allí pasó, prero en Salamanca y después en Burgos, fue que tras el Decreto de Unificación y con una Falange ya desbordada de una militancia inesperada (no hay que olvidar que antes de la Guerra la Falange sólo contaba con unos 10.000 afiliados y ya en 1937 rondaba el millón) fueron surgiendo las ambiciones personales y otra cosa incluso más tante, una división cultural manifiesta. Porque los había incultos totales, aunque buenos hombres de acción, y gentes muy preparadas intelectualmente. Unos fueron los que acabaron rindiéndose a Franco, con José Luis Arrese al frente. Fueron éstos los más partidarios de la represión de la posguerra, los que se quedaron con el José Antonio del puño y las pistolas. Pero, hubo otro grupo que aglutinó en su torno Serrano Súñer ya desde el Ministerio del Interior, entre ellos Dionisio Ridruejo, José Antonio JénezArnau, Antonio Tovar, Javier Martínez de Bedolla, Joaquín Buenjumea, Jesús Pavón, Lain Entralgo, Torrente Ballester, Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco, Edgar Neville, Rafael Sánchez Masas, Agustín de Foxá, José María Alfaro, Eugenio Montes y un largo etcétera. Estos fueron los que quisieron mantener, aun dentro del franquismo, el espíritu de la obra del fundador y se quedaron con el José Antonio intelectual, ello fueron apartándose poco a poco del servilismo, la adoración a Franco y la traición de los otros. Naturalmente fueron tachados de “traidores”, tal vez respaldados el ya endiosado Generalíso Franco. Todo ello quedaría plasmado en la Carta que Serrano, ya separado del Gobierno y del Moviento, le envió a Franco en 1945 pidiéndole, entre otras cosas, que licenciara a la Falange y la dejara desaparecer o refundarse con honor. Cosa que los otros, los aduladores, los serviles, no le perdonarían nunca ni a Serrano Súñer ni a Dionisio Ridruejo, ni a los demás. Con Franco se quedaron los verdaderos “traidores” a José Antonio y su Falange.

 

No, no hubo tal “traición” parte de don Ramón. Serrano murió recordando y aplaudiendo a su amigo de la juventud, José Antonio Pro de Rivera y su obra.

 

TERCERA PATRAÑA. Se le acusó de haberse enriquecido ser cuñado de Franco y eso es otra ¡mentira total!. Don Ramón Serrano Súñer salió del Gobierno sin un duro (¡dicho vulgarmente!) y si pudo rehacer su vida fue gracias a su valía como abogado. Inmediatamente de verse en la calle abrió su despacho e inició el camino de la abogacía. Y ahí si que triunfó plenamente, que sus Dictámenes y Recursos ante el Tribunal Supremo llegaron a ser tan cotizados como si de oro se tratase. Dictámenes y Recursos que más tarde serían publicados en dos tomos la “Editorial Revista de Derecho Privado” y siguen siendo materia de consulta de todos los abogados que le siguieron. Sobre todo causó pacto a nivel mundial su actuación (en 1953) en el caso de la supuesta quiebra de la “Barcelona Traction Light and Power Company Lited”, que consiguió lo que en aquellos tiempos pareció un milagro, recusar con éxito a todos los miembros del Tribunal.

 

No, don Ramón Serrano Súñer no se sirvió nunca del parentesco con Franco. Es más, en muchos casos le perjudicó. Después de 1945 sólo se vieron ya en los actos familiares (cumpleaños, bodas, bautizos o entierros)

 

Y bien, dicho esto, añado que esas tres “patrañas”, inventadas enanos y envidiosos serviles fueron, sin embargo, la pesadilla de don Ramón durante muchos años. De ahí sus luchas cambiar la falsa agen que habían creado de su actuación política y hasta humana. El no renunciaba ni renegaba de nada de su pasado, ni de sus años en el Gobierno, pero le dolían las falsedades que habían pasado a la Historia. De ahí su insistencia en resaltar los HECHOS para demostrar la verdad… y de ahí la necesidad que hay de escribir una Gran e Imparcial Biografía de don Ramón Serrano Súñer.

Publicidad
Publicidad
Salir de la versión móvil