En Estados Unidos, al contrario que en nuestro país, el merchandaising publicitario en época electoral es una corriente en auge. Los afiliados o simpatizantes pueden encontrar por internet, además de en tiendas físicas, alternativas peculiares para realizar su particular campaña a favor del candidato que van a votar.
Los productos que venden los candidatos suponen un empujón económico a las campañas y a la vez les dan publicidad. El producto más vendido es la bandera de jardín. La tienen Donald Trump, y Hillary Clinton, entre otros, aunque por supuesto, los estadounidenses disfrutan también poniendo lemas en contra del candidato que no quieren que gobierne, bien visible en el jardín, como este mandando a prisión a Hillary Clinton:
La candidata también tiene sus propios mensajes, hace incapié en que es la única mujer candidata a la presidencia y cambia el machista slogal “el lugar de una mujer es en casa” por “el lugar de una mujer es en la Casa Blanca”. Se pueden comprar en la web de la candidata camisetas que reivindican los derechos de la mujer.
Existe una amplia red de personas dispuestas a colaborar como voluntarios en los procesos electorales. Las campañas electorales se costean, además de vendiendo productos, con las donaciones de empresas, lobbies, plataformas y ciudadanos. En las páginas web de los precandidatos hay disponible una pestaña para aportar una donación. Algo muy distinto a lo que se realiza en Europa. Incluso es posible pagarle un billete por 500 dólares a Marco Rubio para costearle los desplazamientos.
Es normal encontrar personas que expresan de forma pública su opción política a través de productos en Estados Unidos. Además de las famosas chapas, existen prendas incluso para niños: