En la actualidad, debido a circunstancias como el envejecimiento demográfico, la dependencia, la cronicidad de determinadas enfermedades y el aumento de la demanda de la atención sanitaria, junto con la limitación de los recursos disponibles y la gran variabilidad de la práctica clínica profesional, resulta necesario tomar decisiones adecuadas sobre qué opciones terapéuticas emplear en cada paciente. De ahí la relevancia de la dirección centrada en los resultados en salud, algo fundamental para generar una mejor calidad asistencial y, muy probablemente, un ahorro de recursos al Sistema Nacional de Salud al evitar complicaciones y gastos adicionales derivados del mal control de los pacientes.
Bajo esta premisa se organiza la jornada Dirección centrada en resultados. ¿Cómo medirlos? en el XX Congreso Nacional de Hospitales y Gestión Sanitaria que se celebra en Sevilla del 29 al 31 de marzo. En este encuentro, moderado por José Manuel Aranda Lara, ex director gerente del Servicio Andaluz de Salud, han participado Mireia Subirana Casacubierta, directora de Cuidados del Consorci Hospitalari de Vic; Javier Soto Álvarez, responsable de Farmacoeconomía y Resultados en Salud de Pfizer España; y Jon Guajardo Remacha, vicepresidente segundo de SEDISA y director gerente del Hospital de Galdakao.
Los resultados en salud influyen en la aprobación y fijación de precios
La industria farmacéutica mide el valor terapéutico y social de cada nuevo medicamento, así como el beneficio clínico adicional del mismo frente a las alternativas terapéuticas ya existentes en el mercado. Según indica Javier Soto “estos resultados en salud juegan un papel muy importante a la hora de fijar su precio, ya que es uno de los criterios que la Comisión Interministerial de Precio de los Medicamentos tiene en cuenta.
Por su parte, la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) en el momento de confeccionar los Informes de Posicionamiento Terapéutico que se realizan en conjunción con las CC.AA., los resultados en salud adicionales del nuevo medicamento tienen un peso muy importante en su elaboración final como una de las evidencias de mayor peso”, aclara el experto. Además, Javier Soto añade que “la medida de los resultados en salud es la base de los programas de ‘pago por resultados’. Cuando hay incertidumbre sobre los resultados de un medicamento, este tipo de programas suelen ser útiles, ya que es posible que faciliten su uso en el hospital, proporcionando el acceso de los pacientes al mismo”.
“Sin embrago -continúa-, no se pueden emplear con todos los nuevos medicamentos, ya que es necesario que exista un marcador de la efectividad de fácil medida y que esté ampliamente reconocido por los clínicos para poder evaluar en qué pacientes se consiguen los resultados esperables y en cuáles no; pero no siempre existe el consenso adecuado que permita poder aplicarlo”. “En España, hoy en día se utiliza poco este tipo de programas en los hospitales. Para su implantación es necesario elaborar un registro de pacientes, que debería ser alimentado por los clínicos, y que tendría que ser analizado de manera válida y por personas con conocimientos técnicos suficientes”, finaliza Javier Soto.
Nivel de implementación
Según indica Javier Soto, “actualmente, el nivel de implementación de la medición de resultados en salud en nuestro país es mayor a nivel microeconómico ya que muchos clínicos y farmacéuticos están empezando a evaluarlos en diferentes hospitales, especialidades, etc. por lo que en el futuro este tipo de medición irá en aumento”. Para ello, considera que “es necesario contar con los profesionales sanitarios, pues resulta imprescindible crear registros de pacientes y disponer de historia clínica informatizada”.
“De hecho, para un mejor funcionamiento del sistema, si cabe, los indicadores de resultados clínicos y en salud deberían ser totalmente transparentes para los ciudadanos, de tal manera que toda persona o paciente pudiera conocer los resultados en salud producidos en el hospital que le corresponde y de los facultativos que le tratan. Así se crearía cierta competitividad entre los clínicos, servicios y hospitales por conseguir los mejores resultados para los pacientes, lo que sería muy beneficioso para éstos”, afirma Soto.