La distancia con el partido de Pedro Sánchez es cada vez mayor y los múltiples conflictos en torno a la gestión de Isabel Díaz Ayuso no ayudan al remonte. La fotografía actual es incluso peor que la de las últimas elecciones y fortalece las expectativas de Vox. Miel sobre hojuelas para Sánchez, que apenas necesitaría una victoria pírrica con una derecha fragmentada y un bloque de izquierdas y nacionalistas robusto. Con estos apoyos, repetiría legislatura.
Y en esa estrategia de asimilar al PP con la extrema derecha, ayudado por una legión de políticos incompetentes, con Madrid en el foco de la tensión de las protestas, los de Abascal se arrancan con su moción de censura. Nunca Sánchez e Iglesias se podían haber imaginado mejor escenario.
Los de Abascal sin desgaste por no tener responsabilidades de gestión, le ponen en bandeja una moción que no prosperará pero que deja a Casado con las manos atadas. Si vota a favor, Sánchez tiene hecha la campaña; si vota en contra, la tiene hecha Vox. Si se abstiene, reforzará su imagen de insolvencia. O son la extrema derecha o son cómplices de los social comunistas, una suerte de trampa a dos bandas que Casado no ha sabido ver desde el principio y que le hace preso de su propia pasividad.
Tanto esperar a heredar el poder, que se le ha escapado con la pandemia. O lo que es peor, ha utilizado una situación tan sensible para sacar pecho de la gestión económica de los populares en Madrid, que Ayuso ha derrapado por la curva.
La catarsis económica que se avecina pasará factura electoral a todos los partidos menos a Vox. El Psoe y Podemos por su desgaste en el Gobierno; Ciudadanos, por sus vaivenes y su apoyo a los Presupuestos de Sánchez, y el PP por inacción.
No parece que sus críticas al constante derribo institucional provocado por el Ejecutivo de “cogobernanza” haya sido suficiente para subir en las encuestas, a tenor de los resultados publicados por Abc, que deparan una caída libre de seguir en la misma dirección. En la defensa de la arquitectura del Estado, también Vox le gana por la derecha entre los electores huérfanos y hartos de sectarismo.
Sánchez ha logrado polarizar a la sociedad para sus fines y pasar a la ofensiva con los argumentos de lo que él mismo ha destrozado. El consenso hace aguas, el maniqueísmo se ha instalado en los debates, la división ya es la seña del Parlamento y la prensa internacional avergüenza a nuestra clase política.
O estás con nosotros o eres un fascista
El divide y vencerás le está dando réditos al Gobierno a costa de la subida de un partido como Vox, que recoge la frustración de los que no encuentran soluciones en las formaciones que gobiernan. Una especie de contenedor de ira que puede conducir al germen del populismo. Sánchez e Iglesias no sólo lo saben, si no que lo alientan, generando situaciones de crispación social como nunca antes se habían visto. O estás con nosotros o eres un fascista. De hecho, toda la estrategia de Moncloa se basa en eso y en desgastar a Casado a costa, también, de meter presión a Ayuso, la mejor herramienta que el Ejecutivo ha encontrado para sus fines. Acabar con la presidenta gracias a una moción de censura en Madrid es, a la postre, rematar a Casado.
De paso, a Sánchez le sirve para tapar sus errores de gestión, practicar el filibusterismo, jugar al revisionismo histórico y dejar pasar los coqueteos con la República para agradar a sus socios de Gobierno y enterrar los problemas judiciales de Podemos a costa de la financiación irregular.
Sánchez e Iglesias han hecho posible la falta de entendimiento y como consecuencia, el desprestigio de la clase política. En el caso del PP, al rebufo de la agenda marcada por Moncloa como corderitos al degolladero metroscópico. Vox crece a costa de la división de los partidos conservadores; mientras los nacionalistas en el País Vasco o el PP en Galicia lo hacen, justo, por lo contrario. Y mientras tanto, la confrontación magnificada por el Ejecutivo les beneficia, hasta el punto de convertir sus prohibiciones en una exhibición de inutilidad del adversario, como ha sido el caso del cierre de Madrid.
Me contaba un amigo curtido en vivencias por Europa que lo primero que hace un sueco según se levanta es leer en el periódico qué le ha prohibido el Gobierno ese día. Pues Casado se hace el sueco todas las mañanas.
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