Desde que Alois Alzhéimer presentara el 4 de noviembre de 1906 a sus colegas médicos el primer caso descrito de la enfermedad que lleva su nombre han pasado muchas cosas. De un trastorno raro e infrecuente se ha trasformado en una de las enfermedades que mayor impacto socio-económico tiene en el mundo actual. Esta pandemia silenciosa ha generado un productivo campo de experimentación con el fin de encontrar una cura, o por lo menos, un tratamiento que modifique el curso de la enfermedad. A pesar de toda la investigación, la enfermedad de Alzhéimer sigue siendo un misterio en cuanto su origen y, especialmente, en la estrategia más adecuada para buscar una cura efectiva. Se sabe mucho de los mecanismos biológicos presentes en el sistema nervioso cuando la enfermedad está en marcha, pero muy poco de lo que pasa antes de que el cerebro comience a enfermar.
Desde los años 90 la medicina se centró en la investigación de las placas amiloides. La hipótesis central se basaba en que la acumulación de amiloide en el cerebro era un producto tóxico e implicado directamente en la muerte neuronal. Siguiendo esta teoría (la llamada cascada amiloide) la comunidad científica ha buscado formas de eliminar ese amiloide cerebral. “La técnica más exitosa ha sido la inmunológica. Se crean anticuerpos específicos frente al amiloide que pasan al cerebro y lo “atrapan” eliminándolo del sistema nervioso”, explica el doctor David Pérez Martínez, jefe del servicio de Neurología y Neurofisiología del Hospital La Luz.
Sin embargo, los resultados no han estado a la altura de las esperanzas. Según este experto, aunque las terapias resultaron efectivas a la hora de eliminar el amiloide, la inmensa mayoría de los estudios realizados no han tenido beneficio claro para los pacientes. “En esa línea, ha generado gran controversia la aprobación en EE.UU. de un fármaco que busca la eliminación del amiloide. Se trata de aducanumab, un anticuerpo que viaja al cerebro y elimina la acumulación de amiloide”, subraya el doctor Pérez Martínez. Los datos disponibles sobre su eficacia y seguridad no son muy extensos.
De acuerdo al jefe de servicio de Neurología del Hospital La Luz, sabemos que elimina el amiloide cerebral; pero el beneficio es dudoso, con algunos resultados positivos y otros negativos. Incluso si se confirmase el beneficio, no parece que suponga una gran revolución respecto a las terapias actuales. “Por lo tanto, desgraciadamente no será la solución que todos estamos buscando y seguiremos necesitando más investigación”, afirma el neurólogo.
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Según explica el doctor David Pérez Martínez, se estudia cómo eliminar la otra proteína que se acumula en el cerebro al igual que el amiloide. Se trata de la proteína tau que es clave a la hora de mantener el esqueleto neuronal. Sin embargo, los ensayos clínicos no han dado grandes resultados empleando una técnica inmunológica similar a la del amiloide. También tienen gran interés las teorías inflamatorias e infecciosas. “Actualmente hay ensayos en marcha que refuerza el origen del Alzhéimer probando sustancias que eliminan los patógenos presentes en la cavidad bucal que producen periodontitis, y que se ha asociado a la enfermedad de Alzhéimer. Las infecciones crónicas y los cambios en la microbiota intestinal podrían estar detrás del Alzhéimer. Recientemente, el gobierno chino ha aprobado una sustancia (oligomanato) con efecto probiótico sobre la flora intestinal y que parece tener un efecto beneficioso en los enfermos de Alzhéimer. No obstante, harán falta más datos para confirmarlo”.
En definitiva, debemos mantener la esperanza en que la comunidad científica encuentre una terapia efectiva que modifique el curso de la enfermedad, afirma el especialista. “Desgraciadamente, no sabemos cuándo podrá ser y, a día de hoy, cuál será la estrategia más exitosa para lograrlo”, concluye el doctor Pérez Martínez.
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