El tiempo de reflexión que se ha tomado Pedro Sánchez y que ha tenido a medio país en vilo y, además, a distintos niveles, el de gobierno efectivo, el de la propia administración y el de los cientos de asesores que se han quedado de brazos cruzados a la espera de nuevas noticias, ha terminado una vez más, como muchos ya esperaban, en una estrategia comunicativa para reforzar la imagen del ejecutivo.
En concreto, al optar por quedarse ha reconocido ante todos aquellos que dudaban de sus palabras que, exactamente había una estrategia de movilización y electoral detrás de todas sus acciones. Por tanto, un plan acompañado de un victimismo que ya se vió reflejado días antes y que ha confirmado hoy con su declaración: “Se trata de decidir qué tipo de sociedad queremos ser. Nuestro país necesita esta reflexión. Llevamos demasiado tiempo dejando que el fango contamine nuestra vida pública”.
Ahora bien, durante la comparecencia y para echar balones fuera y limpiar su imagen después de la tensión política generada en el país durante casi una semana, el presidente del Gobierno ha basado su decisión en la unión que ha percibido en estos últimos días de todos los partidos a la izquierda y que, durante las últimas horas no han dejado de empeñarse en evitar la renuncia.
Y es que, cabe recordar que el PSOE tomó las puertas de Ferraz en un intento desesperado de conmover al socialista, en un grito de unidad y apelando al dique que Sánchez representaba frente a la ofensiva ultraderechista. Una movilización que -según Sánchez- ha decantado su decisión del lado de su permanencia.
Palabras de conmoción para reforzar el apoyo de sus votantes
Ahora bien, además de las razones que según el presidente han marcado su decisión, el discurso ha acompañado a la perfección su postura como “víctima y salvador del país”. Y es que, sus palabras han ido focalizadas en todo momento a la campaña de descredito de la derecha como “perversión democrática”. “No podemos poner el foco en las víctimas, sino en los agresores“, ha apuntado en su discurso.
Además, para completar el enfoque emocional de sus palabras, el jefe del Ejecutivo asumió que su carta “pudo desconcertar”, porque “no obedece a ningún cálculo político”, a ninguna estrategia, como desde el primer minuto le reprochó la oposición. “Soy consciente de que he mostrado un sentimiento que en política no suele ser admisible. He reconocido, ante quienes buscan quebrarme, no por quién soy, sino por lo que represento, que duele vivir esta situación, que no deseo a nadie”.
“También porque, sea cual sea nuestro oficio, nuestra responsabilidad laboral, vivimos en una sociedad donde solo se nos enseña y se nos exige mantener la marcha a toda costa. Pero hay veces en que la única forma de avanzar es detenerse, reflexionar y decidir con claridad por dónde queremos caminar” ha añadido dejando ver su lado más personal y limpiando así su imagen en una estrategia en la que refuerza su lado más humano y deja de “malos” a todos sus oposición.
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