Los medios digitales canalizan hoy en día la mayoría de la comunicación. Cualquier estrategia de comunicación eficaz debe apoyarse en un uso adecuado de los canales digitales. Sin embargo, el uso de estas tecnologías implica un elevado consumo energético y emisiones de gases de efecto invernadero, aunque muchas veces estos resulten invisibles para empresas y usuarios
Según el informe “Sostenibilidad y huella ambiental digital: una responsabilidad empresarial”, de la consultora Kreab, si Internet fuera un país, sería el 4º más contaminante del mundo. Y es que, desde 2010, el tráfico de Internet se ha multiplicado por 25, generando una mayor demanda energética a nivel global.
Los centros de datos, que ahora mismo son clave en los servicios de cloud, el comercio electrónico o las redes sociales, y su elevada demanda de electricidad y agua está asociada a sus necesidades de refrigeración. Se calcula que estos, junto a las redes de transmisión, representaron alrededor de 330 Mt de CO2 equivalente en 2020, el equivalente al 0,9% de las emisiones de GEI relacionadas con la energía. Así, hábitos comunes como enviar correos electrónicos, recibir newsletters, consultar las redes sociales, navegar por Internet desde cualquier dispositivo, reproducir un vídeo en YouTube o consultar a ChatGPT contribuyen a lo que conocemos como contaminación digital.
Las empresas son una parte importante de este problema, pues la forma en la que comunican y la tecnología que usan para ello influye en los patrones de consumo de la información de la mayor parte de la sociedad, y aunque en muchos ámbitos se han producido mejoras significativas en la eficiencia energética que hace que la energía requerida sea inferior, esto convive con nuevas aplicaciones que demandan mayor energía. Algunos ejemplos incluyen la IoT o la 4G pero quizá uno de los casos más significativos haya sido la aparición de la inteligencia artificial (IA) y el machine learning, especialmente desde el lanzamiento de ChatGPT por OpenAI a finales de 2022, así como otros chatbots como Dall-E y Copilot de Microsoft o Bard de Google.
Claves de una comunicación digital sostenible
El informe de Kreab también señala las claves de lo que debería ser una estrategia de comunicación digital sostenible, que debe contemplar los contenidos, la segmentación de públicos objetivos, los formatos y el uso de los canales. Si bien, la definición de contenidos y la segmentación de públicos también podría llegar a influir en la huella de carbono de la comunicación digital, los principales instrumentos al alcance de las compañías para reducir sus emisiones están en el uso de los canales y formatos de comunicación, incluyendo los posibles proveedores asociados.
La solución a la que se puede optar, en este sentido, son centros de datos que funcionen con energías renovables. De ser así, se podría disfrutar de un internet(y de todos los servicios que se utilizan gracias a él) más sostenible y con un impacto ambiental mucho más reducido.
Para mitigarlo, es fundamental optimizar el uso de recursos en todas las fases del proceso de creación y desarrollo, sin descuidar, claro está, el resto de los elementos como la usabilidad o la accesibilidad a los contenidos. Esto implica adoptar prácticas sostenibles en la selección de proveedores de alojamiento, el diseño y la programación del sitio web, y la gestión de contenidos. Y es que, al concentrar los esfuerzos en la optimización de recursos, se puede reducir significativamente la huella de carbono de nuestra presencia digital.
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