SE ESTÁ CONVIRTIENDO EN EL TÉRMINO DEL VERANO:

Qué es el ‘vamping’ y cómo le está robando el sueño a los adolescentes

HABLA GLORIA R BEN, PSICÓLOGA EXPERTA DE QUSTODIO

“Durante las vacaciones escolares, muchos adolescentes encuentran en el uso nocturno del móvil, las redes sociales o los videojuegos una vía rápida y sencilla de entretenimiento. La ausencia de rutinas y la disminución de supervisión adulta favorecen que el consumo digital se desplace hacia la noche, cuando se sienten más libres y desconectados del entorno familiar”. Gloria R Ben, psicóloga experta de Qustodio

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¿Tu hijo se queda despierto hasta altas horas de la madrugada frente a una pantalla? Lo más probable es que esté afectado por el ‘vamping‘, el término que define el hábito de quedarse despierto usando dispositivos electrónicos, especialmente el teléfono móvil, la tablet o la computadora, en lugar de dormir. El nombre viene de la palabra “vampiro”, porque como los vampiros, quienes hacen “vamping” están activos durante la noche.

Lo que en principio puede parecer una forma inofensiva de disfrutar del tiempo libre, en realidad esconde dinámicas que, sostenidas en el tiempo, pueden afectar a la salud física, mental y emocional de los menores. La exposición prolongada a dispositivos electrónicos durante la noche interfiere en el sueño, altera los ritmos naturales del cuerpo y puede desembocar en una falta de descanso que pasa factura al día siguiente, incluso aunque no haya clases ni responsabilidades.

Así lo explica Gloria R Ben, psicóloga experta de Qustodio. “Durante las vacaciones escolares, muchos adolescentes encuentran en el uso nocturno del móvil, las redes sociales o los videojuegos una vía rápida y sencilla de entretenimiento. La ausencia de rutinas y la disminución de supervisión adulta favorecen que el consumo digital se desplace hacia la noche, cuando se sienten más libres y desconectados del entorno familiar”.

Jet lag, sin salir de casa

El problema es que este uso no es inocuo, dice la experta. La exposición a la luz azul de las pantallas inhibe la producción de melatonina, la hormona que regula el sueño, y dificulta que el cuerpo entre en un estado de relajación.

“Aunque parezca que solo se están acostando más tarde, lo cierto es que el sueño pierde calidad: cuesta más conciliarlo, se acorta el tiempo real de descanso y se fragmenta con despertares nocturnos. El resultado es similar a un jet lag, pero sin haber salido de casa”, apunta la psicóloga.

A esto se suma el impacto emocional y conductual. La falta de descanso genera irritabilidad, apatía y baja tolerancia a la frustración, y puede desencadenar síntomas de tristeza o desmotivación.

“Se produce un círculo vicioso: cuanto menos descansamos, menos energía tenemos para realizar actividades significativas. Eso reduce el ocio de calidad y nos lleva a buscar recompensas rápidas en el mundo digital, lo que a su vez empeora el sueño”, señala Ben.

Además, es habitual caer en dinámicas como hacer scroll sin fin en redes sociales, consumiendo vídeos breves y sin propósito en bucle, una actividad que no solo roba tiempo de descanso, sino que intensifica la sensación de vacío y fatiga mental.

Consejos para los padres

Conscientes de los peligros que supone este fenómeno, los expertos de Qustodio proponen una serie de consejos para que las familias implementen en la rutina de los menores. Establecer una desconexión digital al menos una hora antes de dormir, es indispensable, así como promover actividades relajantes en el tramo final del día, preparando la mente y el cuerpo para descansar.

Predicar con el ejemplo también es indispensable. Mostrar que los adultos desconectan para dormir bien es una buena terapia familiar.

Igualmente, abrir espacios de diálogo sin juicios permite que los adolescentes compartan sus motivaciones y preocupaciones. “Muchos entienden que no dormir bien les perjudica, pero sienten que el beneficio inmediato de estar conectados compensa. Por eso es tan importante escucharles, investigar juntos y ayudarles a construir alternativas reales que no pasen por el castigo, sino por la comprensión y el acompañamiento”, concluye Gloria R Ben.

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