En el sector de la comunicación todos lo saben, pero pocos lo dicen en voz alta: los concursos de comunicación están dinamitando a las agencias desde dentro. Lo que en teoría debería ser un procedimiento transparente y justo se ha convertido en una dinámica plagada de abusos, donde los clientes piden más por menos, hasta el punto de exigir ideas y campañas completas sin ningún tipo de remuneración.
Un estudio reciente del Observatorio de Concursos Públicos revela que el 52,3 % de los concursos institucionales del cuarto trimestre de 2024 priorizaron el precio más bajo frente a la creatividad o la estrategia. Asimismo, casi el 31 % exigió entregas en menos de 3 semanas, un período ridículamente corto para propuestas de calidad.
Por otro lado, el informe revela que más de la mitad de los concursos (51,8 %) ofrecían plazos inferiores a 21 días, cuando lo ideal es conceder al menos 3 semanas. Esta urgencia imposibilita la reflexión estratégica y convierte la creatividad en un sprint extenuante.
La doble trampa: del cliente a los equipos
Así, el impacto es doble: por un lado, se encuentran las agencias que se ven obligadas a competir a cualquier costo para no perder oportunidades; y por otro, equipos que reciben la factura con sobrecarga laboral, estrés crónico y contratos temporales o en prácticas. El precio es talento quemado y altas tasas de rotación en un sector que presume de innovación.
Organizaciones como La FEDE ya han respondido a este problema con iniciativas como la plataforma #ConcursosJustos, orientada a promover la ética, la transparencia y mejores prácticas en los procesos de selección. Sin embargo, los resultados no se están viendo reflejados: el índice general de incumplimiento en concursos sigue siendo alto (67,9 % en el último trimestre de 2024).
Y es que, mientras las marcas proclaman en sus comunicados que apuestan por la sostenibilidad y el cuidado de las personas, en la práctica sus concursos reflejan justo lo contrario. Paradójicamente, las organizaciones que más hablan de cuidados son las que ordenan entregar ideas gratis y sin margen. Esta disonancia alimenta el desencanto de los profesionales más jóvenes, que cada vez más huyen del sector hacia consultoras o directamente al lado del cliente, buscando trabajar sin morir en el intento.
Pero, ¿hasta cuándo va a aguantar este sistema? La pregunta ya no es si los concursos son injustos, sino cuánto más podrá resistir un modelo que se sostiene sobre talento agotado, entregas exprés y ninguna garantía de retribución. Si el sector no se pone las pilas, seguirá perdiendo profesionales.
Seguiremos Comunicando…
