En una maniobra que ha levantado una oleada de críticas y acusaciones de instrumentalización política, Radio Televisión Española emitió anoche en La 1 un documental titulado La foto, centrado en las controvertidas últimas imágenes de Francisco Franco, coincidiendo con la conmemoración del 50 aniversario de su fallecimiento.
Lejos de ser un simple ejercicio de memoria histórica, la decisión de la televisión pública ha sido interpretada por numerosos analistas y voces de la oposición como una orden directa de La Moncloa para utilizar la figura del dictador como un “escudo ideológico” en un momento de notable crispación política.
La emisión del documental, que aborda las fotografías que mostraron los instantes finales de Franco, no se percibe como una casualidad en el actual clima. La elección del tema y el timing exacto para su reaparición en prime time son vistos como una clara estrategia del Gobierno para polarizar el debate público.
José Pablo López y compañía son conscientes del profundo rechazo que despierta la figura del dictador entre el electorado de la izquierda, siendo capaz de movilizar a su base electoral. De esta forma, el Gobierno, valiéndose del control que ejerce sobre RTVE, busca desviar nuevamente la atención.
“Resucitar a Franco en la parrilla de la televisión de todos es la forma más sencilla y eficaz de pintar a la oposición como continuadora del franquismo y, de paso, reafirmar el relato oficial del Ejecutivo como único garante de los valores democráticos”, señalan fuentes de RTVE a este medio.
La “resurrección” de Franco en La 1, por lo tanto, no se trata de un ejercicio de memoria para la sociedad, sino de un ejercicio de conveniencia para la Moncloa, que ve en el 50 aniversario el pretexto perfecto para reforzar su posición mediante la confrontación ideológica.
La emisión de La foto pasa así de ser un documental histórico a una nueva munición en el arsenal propagandístico del Gobierno, a costa de la credibilidad de la radiotelevisión pública, que pese a su mejoría en términos de audiencia, dista mucho de tener la credibilidad -y la imparcialidad- que debería.
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