El presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, no sólo se está convirtiendo, él mismo, en rehén de su tesorero, Luis Bárcenas, al defenderle contra viento y marea sino que empieza a salpicar a dirigentes del partido. Cada vez son más los políticos populares que exigen a Rajoy que salga de su parsonia y obligue a Bárcenas a ditir y de este modo, separar su conducta personal de sus funciones como tesorero y senador Popular. Desde las filas del Partido Socialista se frotan las manos y apenas reclaman decisiones, ya que han optado dejar que el partido se cueza en su propia salsa. Bárcenas sabe demasiado sobre las finanzas del PP y de algunos de sus dirigentes, desde la época de Jose María Aznar. De momento, el juez del Tribunal Superior de Justicia de Madrid sólo ha visto indicios de delito en su conducta y además le considera sospechoso de fraude fiscal y cohecho. Lo peor es que la resistencia de Bárcenas obliga a los tavoces de la calle Génova a vivir entre el miedo y el pánico, ya que evitan todos los medios contestar a los periodistas, sea cual fuere la materia objeto de información. Desde que saltó a los medios la famosa trama de corrupción Gürtel, Bárcenas ha sido vinculado sumarialmente con políticos y empresarios putados en la misma y relacionado con supuestos pagos de la trama. Asismo, los instructores ven indicios para sospechar el pago de bienes inmobiliarios con cheques de hasta trescientos mil euros. Como suele suceder en estos casos, Bárcenas se ha atrincherado en su cargo y ha puesto a funcionar el ventilador de la intriga. Sus insinuaciones sobre información comprometida, que muchos políticos quisieran olvidar, ha dividido al Partido en dos bandos. Por un lado están los madrileños o aguirristas, la propia Esperanza Aguirre, el vicepresidente Ignacio González o el consejero de Hacienda, Antonio Beteta, que no se cortan y piden abiertamente al tesorero que dita de su cargo de senador y que se defienda de las acusaciones como ciudadano, en el caso más que probable que el Supremo lo llame a declarar, bien como putado o testigo. El valenciano González Pons también se apunta a esta tesis y añade que “son muchos los que piensan que debe ditir para salvar el buen nombre del Partido”. Defendiendo al tesorero están Ana Mato y Francisco ÁlvarezCascos, además del propio Mariano Rajoy y de Javier Arenas, que ya no tienen apenas margen de maniobra y siguen insistiendo en la presunción de inocencia del tesorero. Si finalmente es putado el Supremo, a Bárcenas no le quedará más remedio que ditir, entre tanto su resistencia está perjudicando al Partido. Pero veinte años de responsable de las cuentas de un partido dan para mucho. Él insiste y sólo en caso de ser putado el juez ditiría de sus cargos, pero de forma transitoria. Mientras tanto amenaza.
Concha Minguela
Directora de Gente en Madrid