BOCHORNO DE LAS ENCUESTAS EN LAS ELECCIONES COLOMBIANAS

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El papelón de las empresas encuestadoras en las elecciones de Colombia es de libro y servirá como ejemplo de todo lo que no hay que hacer en estudios de opinión. Si las encuestas son una fotografía de la realidad en un  momento determinado, los sondeos previos a las elecciones del 30 de mayo resultaron un retrato desfigurado, irreal o tergiversado.

 

Uno de los pilares básicos de la democracia es la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones; lo ideal sería que los votantes acudan a las urnas con información correcta, precisa y contrastada, dado que el contexto influye a la hora de elegir. La democracia apoyada sobre datos que no se corresponden a la realidad, como sucedió en Colombia, corre el riesgo de resultar deformada y debilitada.

 

Las investigaciones cuantitativas, realizadas 13 días antes de la prera vuelta preveían un empate técnico en torno al 35% entre Juan Manuel Santos, candidato del Partido de la Unidad Nacional, y Antanas Mockus del Partido Verde. Sin embargo, los votantes colombianos desmintieron a los consultores profesionales y otorgaron casi 25 puntos centuales de diferencia a Santos (46.56%) sobre Mockus (21.49%) una diferencia que traducida en votos alcanza los 3.6 millones.

 

Los encuestadores profesionales se han transformado en profetas electorales, estrellas de las campañas políticas  contratados candidatos y medios de comunicación, que amplifican sus análisis como una verdad revelada. Aunque los informes son científicos, los métodos que aplican no siempre aseguran exactitud y precisión.

 

Según el analista colombiano Eduardo Sarmiento, el error de la muestra calculado las encuestadoras en torno al 1.5%, en realidad estaría próxo al 10%, debido a la estratificación, el tamaño de las muestras y los procesos de selección, entre otras cosas. La sociedad colombiana tiene sus particularidades, villas rurales, departamentos con influencia de la guerrilla o el narcotráfico a las que no acceden los encuestadores y que votan diferente a los cascos urbanos.

 

Las empresas consultoras de opinión se defienden argumentando que la veda electoral prohíbe publicar encuestas 10 días antes de la elección. Una explicación válida si se tiene en cuenta que en esos días hubo cuatro debates televisados entre candidatos, Antanas Mockus opinó públicamente sobre temas polémicos que han podido restarle votos, y que muchas personas deciden a últo momento qué candidato van a apoyar.

 

No es la prera vez que las urnas arrojan resultados diferentes a los que preveían las encuestas. Varias veces hemos visto a encuestadores pedir disculpas y explicar en qué se equivocaron frente a cámaras, horas o días después de anunciar un resultado erróneo.

 

Los periodistas deberíamos aprender a leer correctamente los informes de las empresas encuestadoras, analizar la composición y tamaño de las muestras, márgenes de error, técnicas de recolección de datos, para no repetir como papagayos los números que arrojan los expertos. Esta vez el papelón y la pérdida de credibilidad cayó del lado de las firmas encuestadoras, pero los periodistas quedaron salpicados que también son responsables de la información que divulgan.

 

Carlos González Palacios

Periodista

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