Cólera con mucha rabia

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Es estremecedor contemplar en los medios de comunicación los estragos de la epidemia de cólera en Haití. Los conflictos bélicos, las catástrofes naturales, las infecciones que se convierten en pandemias… ¿Qué más desgracias puede pasarles a los pobres haitianos en tan poco tiempo? Este pueblo sumido en la miseria y el dolor, que está en los preros puestos de la lista de los países más pobres del mundo, parece no conocer el fin de su terrible destino.

 

 

El cólera ha infectado ya a 200.000 personas y ha causado más de 1.110 muertes de un total de unos 16.000 contagiados. La bacteria  Vibrio cholerae, responsable de esta infección, se está manifestando con toda su rabia y arrasa sin piedad a cientos de personas desvalidas que viven hacinadas con enormes deficiencias en la conducción de agua potable y en pésas condiciones higiénicosanitarias.

 

Esta cruel bacteria, erradicada en los países industrializados y que todavía hace estragos en diversos países en vías de desarrollo,  se suele contagiar aguas residuales y aguas mal potabilizadas. Pero, cuando explota como pandemia, su vía de transmisión más común es la fecaloral. Entonces es como si apareciese  una confabulación de todas las fuerzas diabólicas, ya que el cólera es una infección aguda diarreica.

 

Organizaciones humanitarias como Cruz Roja, Médicos sin Fronteras o Médicos del Mundo están luchando denodadamente para ayudar a niños, adultos y ancianos que llegan a retorcerse en estertores de llanto, dolor y muerte. Una visión casi apocalíptica que de ningún modo podría darse en un país rico.

 

La era antibiótica del Prer Mundo, que ha acabado con el problema de las  graves  y grandes epidemias, fracasa en el Tercero al toparse con unas condiciones misérras y paupérras. No es la bacteria V. Chorelae la que mata, sino la maldita pobreza que interesa mantener a unos cuantos. Aquí no fracasa la medicina. No. Fracasan las organizaciones intergubernamentales, las estructuras socioeconómicas, la equidad en la repartición de la riqueza de la Tierra.

 

En estos casos la piedad y la solidaridad humanas valen mucho pero no son suficientes y las soluciones tienen que venir de la mano y de las decisiones justas de los dirigentes del planeta.

 

Mayka Sánchez

 

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