Cuando la revolución verde oliva triunfó en 1959 se produjo un profundo cambio en la isla. Muchos vieron como la dictadura de Fulgencio Batista se venía abajo. El pueblo estaba cansado de abusos y atropellos. Pero nadie, o para ser exactos, muy pocos tuvieron la visión de que se avecinaba un régen más sanguinario, opresor y dictatorial que el depuesto. Han transcurrido 52 años desde que Fidel Castro se instaló en el poder y todo lo que criticó del sistema anterior ha quedado empequeñecido con su actuación en todo este tiempo. Su hermano Raúl, el eterno segundo, ahora al frente de la presidencia, sigue fielmente la misma trayectoria del ‘gran líder’, eso sigue la represión contra todo el que piense distinto al discurso oficial.
Este fin de semana se reunió el parlamento cubano, el cual funciona en dos ocasiones al año, para escuchar el discurso del actual mandatario cubano y aprobar sin opinar y mucho menos votar nada en contra la reestructuración económica y social que plantea el régen de la Habana. En su discurso Raúl fue categorico, ‘…o se llevan a cabo las reformas económicas o perecemos y con ello el esfuerzo de las pasadas generaciones’. En realidad debió decir: o cambiamos hacia el capitalismo o no podemos seguir en el poder.
Ha quedado demostrado que el sistema político plantado en Cuba más de 50 años ha sido un fracaso en todos los aspectos de la vida, la economía y la sociedad. Solo ha servido para que una camarilla de aprovechados y corruptos vivan a costilla del sufrido y aterrorizado pueblo cubano, al que ahora le ponen más sacrificio y carencias de sus necesidades básicas. Más de medio millón de puestos de trabajo serán elinados antes del prer trestre del año 2011, los puestos para los trabajadores cuenta propia han sido elevados, la producción agropecuaria apenas existe, la mal llamada libreta de abastecientos existente desde 1962 se ha convertido en libreta de racionamientos al entregar menos alentos cada día y las libertades cívicas, sociales y humanas no existen en la Mayor de las Antillas.
Pero nada de eso ta a los gobernantes cubanos con tal de mantenerse en el poder. Lo dicho Raúl Castro en el parlamento cubano este fin de semana es un anuncio de lo que se avecina en Cuba: un feroz capitalismo de estado. Para los más de 600 parlamentarios opinar o plantear algo en desacuerdo con el discurso oficial significa desaparecer del escenario público y no contar con las prebendas en alentos, ropas, automóvil, viajes al extranjero y demás con que cuentan. Ellos se hacen de la vista gorda con los problemas y necesidades que tiene el cubano de a pie, el vecino o el compañero de trabajo. No ta, ‘lo mío prero’ como reza el slogan de una firma turística cubana, eso votan en el parlamento con las dos manos alzadas.
Una isla perdida en el mar
JULIO CÉSAR GÁLVEZ
Periodista
Exprisionero de conciencia cubano del Grupo de los 75