Aproximadamente, 400.000 personas sufren trastornos de conducta alimentaria (TCA) en España. Se trata de un grupo de patologías, con gran incidencia entre los adolescentes, en las que intervienen factores biológicos, psicológicos y socioculturales.
Uno de los datos que más preocupa sobre este conjunto de enfermedades es la resistencia que un 25% de las personas afectadas muestra al tratamiento. Además, según la experiencia clínica, un 60% de los enfermos tiene tendencia a la recaída.
Por otro lado, tres de cada cuatro afectados por TCA son adolescentes en edades comprendidas entre los 12 y los 24 años. En ocasiones, presentan patologías psiquiátricas asociadas, como ansiedad, depresión o abuso de drogas. Asimismo, preocupa el hecho de que un 20% de las personas con anorexia o bulimia nerviosa hayan intentado suicidarse, según datos del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.
Los trastornos por atracón, más frecuentes en personas adultas
La anorexia y la bulimia son los TCA con mayor presencia durante en la adolescencia, mientras que los trastornos por atracón son más frecuentes en edades adultas. Se trata de un cuadro que se da cuando la persona come en exceso, de manera compulsiva y regular, aunque no tenga hambre.
La terapia cognitivo-conductual es la que más se suele utilizar para este grupo de trastornos y tiene como objetivo ayudar a la persona a afrontar mejor los problemas que provocan los episodios de atracones. Según la doctora Cristina Giner, psicóloga clínica del Instituto BRAIN 360 de Barcelona, “tanto en el abordaje de esta patología, como en la obesidad, se están obteniendo resultados prometedores al emplear la estimulación cerebral no invasiva, concretamente a la hora de conseguir que la persona tenga un mayor control cognitivo de su problema”.
Lanzar estímulos para modular la respuesta de los pacientes
En este caso, antes de aplicar la neuroestimulación, se realiza una evaluación completa al paciente. Después, se le practica un estudio de neuroimagen para observar qué áreas son las que tienen un funcionamiento anómalo, una evaluación de diferentes dominios cognitivos, así como un estudio preciso del umbral en el que la estimulación puede tener un efecto en el tejido nervioso de cada paciente. Una vez localizadas esas áreas, se lanzan los estímulos con el objetivo de modular la respuesta de estos pacientes, consiguiendo así al final una reducción sintomatológica.
El doctor Diego Redolar, responsable de la Unidad de Neuroimagen y Neuromodulación del Instituto Brain 360, y profesor de Neuropsicología y codirector del grupo de investigación CNIT de la UOC, explica que “estamos frente a un cambio de paradigma. Hasta ahora las patologías psiquiátricas y neurológicas se trataban con fármacos o terapias cognitivo-conductuales. Ahora podemos saber qué regiones del cerebro no funcionan adecuadamente y podemos modificar su funcionamiento, logrando importantes mejoras”.
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