OTRO LÍO MÁS

Preocupación en La Moncloa: la Comunicación del Ministerio de Consumo, de crisis en crisis, hace aguas

TRAS LAS ÚLTIMAS DECLARACIONES DEL MINISTRO SOBRE EL SECTOR GANADERO EN ESPAÑA

La presencia de Alberto Garzón al frente de Consumo es una cuota del pacto con Unidas Podemos con que el sector socialista del Gobierno no tiene más remedio que tragar. El problema es que en el complejo monclovita consideran que el ministro y su equipo no acaban de calibrar dónde se meten.

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La entrevista del ministro de Consumo, Alberto Garzón, con ‘The Guardian’, ha vuelto a poner de relieve cómo este departamento asocia su imagen al de la polémica, según señalan fuentes de La Moncloa, que inciden en el hecho de que toda la comunicación derivada de este Ministerio aparece siempre ligada a connotaciones negativas.

La cuestión de la entrevista a ‘The Guardian’, fechada el pasado 26 de diciembre pero que ha explotado por sus contenidos sobre la exportación de carne española de mala calidad en vísperas de Reyes, sería uno de esos ejemplos. Las declaraciones de Garzón habían pasado desapercibidas a pesar de ser publicitadas por él mismo. Pero, días después, han atraído la atención por todo lo contrario a lo que pretendía el ministro.

El problema, según argumentan algunos asesores de La Moncloa, es que tanto Garzón como su equipo, incluido el de Comunicación, acaban generando siempre impactos negativos en la opinión pública, desde el Nutriscore a la campaña sobre los juguetes.

No son los únicos que se quejan sobre el rumbo de Consumo y su política de Comunicación, dirigida por Daniel Ayllón, un fiel de Garzón que lleva años siendo su sombra. La polémica generada por las declaraciones sobre la carne española le ha abierto una brecha en el costado, de rebote, al ministro Luis Planas, que, en su calidad de responsable sobre las competencias ganaderas, va a tener que vérselas con un sector que ya estaba ‘calentito’.

El análisis que realizan en el entorno de La Moncloa es que Garzón se dejó llevar por el titular y por el tirón de aparecer en ‘The Guardian’, considerado la Biblia del progresismo periodístico británico, sin calibrar que el asunto podía irse de las manos.

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