Jaume Roures, ‘factotum’ de Mediapro y gran inspirador de los restos de Unidas Podemos, sigue sorprendiendo por haber salido al rescate del club de la Ciudad Condal. Pero eso no es nada al lado de las querencias de su socio por nutrir a ‘Puchi’ con fruta de la mejor calidad.
A Tatxo Benet le suele producir una cierta sensación extraña que lo tilden de empresario “independentista”. Lo pregona una y otra vez en las entrevistas que concede. Lo cual llama la atención teniendo en cuenta que su compañero de empresa y correrías, Jaume Roures, tanto gusta de colgar apelativos a las actividades que desarrolla.
Al fin y al cabo, ya lo dijo, no trabaja, sino que milita. Debe ser eso lo que le permite sacarse cien millones de euros de la manga para rescatar al Barça de Joan Laporta -al que ya aupó con su respaldo económico, aunque le saliera algo díscolo con su apoyo a la Superliga de Florentino- después de que, durante meses, valorase solicitar un ‘rescate’ estatal a su empresa.
Pero no desviemos el tiro. Benet, que durante un tiempo siempre se mostró más partidario de la segunda línea, es -según dicen por Barcelona- el verdadero ‘cerebro’ de Mediapro. El tipo que negocia y tiene en su agenda los contactos con el poder ‘indepe’ pero también con la alta burguesía. El que colecciona obras de arte y hace de ‘poli bueno’ con los que no quieren ver a Roures ni en pintura. El que cuenta, según ciertos medios, con una fortuna personal superior a los 200 millones de euros.
Pero también, por lo que se ve, un hombre agradecido y preocupado por el bienestar alimenticio de sus ídolos. O del ídolo: Carles Puigdemont.
Y es que Benet, este hombre del Renacimiento, o de la Renaixença, es el propietario de Aitona Gourmet, productores de fruta ecológica, de calidad y selecta, con especial atención a la de hueso: melocotones, paraguayos, nectarinas… Hasta ahí, una simple diversificación de negocio o, como diría alguno, un capricho de rico, como los que se compran una bodega.
Pero lo llamativo es que días atrás, el fugado Puigdemont tuiteaba en sus redes la experiencia cuasi-religiosa que suponía llegar a las doce de la noche y encontrarse unos paraguayos, “frescos y deliciosos”, de Aitona cortesía de Benet. Porque las penas del exilio, con paraguayos leridanos, son menos.
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