EL PUTO VERANO (5)

LA DAMA DE LAS CAMELIAS…

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“Las cadenas del matrimonio son tan pesadas que, para llevarlas, son necesarias dos personas y, a veces, tres”. La frase, comúnmente atribuida a Mark Twain, pertenece en realidad al francés Alexandre Dumas, autor de La Dama de las Camelias. Una obra que, a su modo, exhibe las complejidades de la vida social y familiar, y refleja una visión amarga sobre las dificultades del matrimonio.

Aunque nadie en su entorno hubiera podido sospechar el fin de aquella relación, la decisión de Fernando no tenía marcha atrás y era una más de las cien mil rupturas anuales que se producen en España. Estábamos a 3 de octubre y era una de ese 45% de separaciones que llegan tras el verano. Sin duda, el aumento de la convivencia de la pareja podría estar detrás de la determinación de engordar la cuenta corriente de Vilches Abogados, especialistas en derecho de familia, esa rama del derecho civil que se ocupa de que el juez adjudique la vivienda a la mujer y el coche al cabestro, pues de forma tan armoniosa y justa resuelven cualquier divorcio o separación.

Ni el gasto desmedido que Macarena había realizado en la boutique de Gucci en la Place Vendôme de París -donde había adquirido tres bikinis de rizo al módico precio de 2.040 € además de los 1.950 € del bolso bombonera que fueron cargados a la cuenta corriente de su marido- había sido suficiente para disminuir el descontento que supuso su estancia en aquella ciudad, visitada de nuevo 30 años después de su viaje de novios. Malestar que tampoco consiguió suavizar la cena en Le Train Bleu, monumento a la Belle Époque, donde a los postres manifestó sentirse en la Ville Lumière como si estuviese en El Congo:

-Fernando, hay que votar a Abascal. No podemos permitir que esta degeneración suceda en España.

Tras la semana en París y ya en el chiringuito de Puente Romano, ella fijó su mirada en un simpático cupido encargado del alquiler de las hamacas. El marroquí, que era bien parecido, también centró sus intenciones en los pechos operados de la dama. Quiso Fortuna que, por responsabilidades de trabajo, Fernando tuviera que tomar un tren de vuelta a Madrid y ella se viera obligada a pasar más tiempo al aire libre, estrechar su círculo social y encender la chispa de la infidelidad para disfrutar del sexo.

No en vano, el verano, estación en la que se multiplica por tres el número de infidelidades, estimula la producción de oxitocina, endorfinas y serotonina, lo cual provoca un considerable aumento del deseo sexual. Asimismo, las elevadas temperaturas causan la vasodilatación de las fibras musculares y producen un incremento del flujo sanguíneo en los genitales. Se libera así más testosterona y estrógenos, que aumentan la libido y la excitación. Junto a estos cambios hormonales, el ambiente desenfadado contribuye a fomentar las relaciones sexuales.

Quiso Fernando, ajeno al affaire, sorprender a su pareja con una celebración en la que estuvieran presentes sus dos hijas veinteañeras, por lo que, tras reservar con la mediación de un amigo mesa para cuatro en el Florentine, se presentó con un ramo de rosas en el apartamento.

Ella culpó al verano, a la intensidad de la convivencia, a la canción de Quevedo y hasta al cambio climático, pero no fue excusa suficiente para un Fernando agarrado a la idea preconcebida de que es la primavera la que la sangre altera, y no el puto verano.

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