“Yo no soy lobista del PSOE, pero soy el que más influencia tiene en China”. Así aparecía la declaración de Antonio Miguel Carmona en el suplemento Crónica de El Mundo días atrás, en el marco de un reportaje sobre cómo expolíticos socialistas trabajan como intermediarios al servicio de los intereses chinos.
Las palabras de Carmona demuestran que el exvicepresidente de Iberdrola tiene un alto concepto de sí mismo y de sus capacidades. Tal vez por eso muñe en la Asociación de Amigos de China o es uno de los varios vicepresidentes de la Asociación para la Colaboración Chino-Española para el Desarrollo Empresarial Responsable (ACCEDER), una entidad presidida por Ramón María Calduch, considerado “experto en medicina china detenido en 1999 en una trama de blanqueo de capitales”, según dicho diario.
La aparición de Carmona en los movimientos a favor de la intermediación con China ha puesto el foco sobre estas actividades y sobre el trabajo del propio expolítico socialista, apartado por sus críticas al oficialismo sanchista y cuyo paso por la Iberdrola de Galán, según quienes pudieron tratar con él en persona, fue más que pintoresco.
A Carmona no parece irle mal, ya que las entidades -y satélites de las mismas- a las que está vinculado se encargan de publicitar sus reuniones con altos representantes del Gobierno chino, directivos del Partido Comunista incluidos, a pesar de que pregone su apoyo a la democracia.
No deja de ser curioso que Carmona haya encontrado refugio en esta actividad y que, al mismo tiempo, haya accedido a la Junta Directiva de la CEOE presidida por Antonio Garamendi, otro que tal anda.
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