En Prisa las miradas están puestas en lo que pueda suceder en el último trimestre del año. Tras haber presentado la situación financiera de la empresa terminado el tercer trimestre del año, desde la compañía quieren poner el foco en lo que suceda una vez completado curso financiero. La obsesión de la empresa que lidera Oughourlian está focalizada en una hoja de ruta estratégica que rebaje la deuda económica. Un lastre que sigue persiguiendo a la compañía y que, actualmente, se cifra en 712 millones de euros.
Un plan estratégico que, aunque tiene la vista puesta en 2029, no puede flaquear ni a medio, ni a corto plazo. La refinanciación que se vieron obligados a efectuar el pasado año tiene su fin en 2029. Será entonces cuando Prisa tenga que hacer frente a la deuda pendiente.
Para eso, desde la compañía barajan varios escenarios. El primero y principal, seguir reduciéndola trimestre a trimestre. Algo que en este tercer trimestre han logrado, rebajando en 23 millones la cuantía que arrastraban en septiembre de 2024. Sin embargo, el monto es tan elevado que no se baraja la posibilidad de hacerle frente sin hacer importantes sacrificios.
A finales de este mes de septiembre, Prisa ha presentado una deuda bancaria de 805 millones de euros, de los que 23 vencen a corto plazo y 782 a largo. Por lo que no se descarta que, llegado el momento, si el plan estratégico actual fracasa, la compañía tenga que recurrir a una nueva refinanciación que la salve de la quema.
Tensión entre accionistas
La división dentro de los principales accionistas de la compañía no se ha aminorado en los últimos tiempos. Ni si quiera los resultados, algo más optimistas presentados por Prisa recientemente han servido para calmar las aguas.
Y es que son muchos, especialmente la rama de accionistas españoles los que siguen confrontando con los planteamientos y planes a futuro del actual presidente de Prisa Joseph Ourhourlian. Ni Alconaba, ni la familia Polanco, ni Adolfo Utor están conformes con la viabilidad del plan y con la marcha de la compañía, lo que garantiza un futuro convulso para la editora de El País y la Cadena Ser.
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