PASEN Y VEAN

¡Damas y caballeros contribuyentes: pasen y vean!

Publicidad
Cargando…
Publicidad no disponible

Suena la Danza de las Chirimoyas mientras un cañón cegador ilumina la figura del gran jefe de pista. Pedro Sánchez luce un atuendo que haría palidecer de envidia a Cayetano Martínez de Irujo. Sobre su hombro derecho se sostiene un tucán que emite graznidos y gruñidos que se mezclan con los chasquidos de su pico. Debe de tratarse de un tucán de montaña, porque también produce sonidos parecidos a los de un burro. Únicamente se le entiende “reducción de jornada laboral”. La mano izquierda del jefe sujeta la derecha de un chimpancé que aparece coronado con una antigua gorra de jefe de estación de ferrocarriles. Con verbo solemne y sonrisa ensayada, el jefe promete equilibrio, transparencia, progreso y patriotismo: el mayor espectáculo del mundo. A voz en cuello, recuerda a un público de contribuyentes alienados que hoy celebramos el segundo aniversario del Gran Circo de la Moncloa. A continuación, advierte que en la función de hoy no se podrá presenciar el número del gran escapista Puigdemont y que esta baja —debida a que el artista anda en exigencias al Constitucional para que se suspenda de forma inmediata su orden de detención por el informe del abogado europeo— no da derecho a la devolución del importe de la entrada.

Ahora, sobre sus palabras, vuelan los trapecistas: una troupe de golfos que surca el espacio sobre trapecios de favores, contratos, información privilegiada y comisiones. Saltan con precisión matemática, haciendo que el público contenga la respiración… aunque abajo, por si acaso, hay una enorme red construida de billetes que, el porteador Koldo, dice son chistorras y lechugas de Navarra. Son los más próximos al jefe: familiares y amigos. Cada salto, cada pirueta arranca un aplauso y un gesto de admiración. Algunos espectadores murmuran que, tal vez, no sea habilidad sino costumbre, pero la orquesta suena fuerte y los reflectores ciegan cualquier duda sobre la pureza de las acrobacias de Begoña, Ábalos, Ángel Víctor Torres y el resto de los artistas.

En la primera pista se ha levantado la jaula de la Agencia Tributaria. Dentro, la Chiqui, una domadora de anatomía ordinaria, hace chasquear su látigo para atemorizar a un grupo de contribuyentes confundidos que tiemblan y sudan tinta mientras intentan cuadrar deducciones, prorratas y porcentajes imposibles. La domadora grita: “El dinero público no es de nadie”, mientras la grada ríe nerviosa y corea el eslogan “Hacienda somos todos”, aunque sabe que unos somos más que otros y que, cualquier día, puede ser cualquiera de ellos quienes tropiecen con una coma mal puesta y acaben dentro de la jaula. Con suerte, no será el contribuyente que ahora mismo sale en un furgón conducido por el ministro Marlaska en dirección al centro penitenciario de Soto del Real.

En la tercera pista entra la ministra de la Guerra montada en su tanque de cartón piedra, protegida por un chaleco antibalas y un casco con el que pretende resguardarse de los misiles nucleares de ocho ojivas de Vladímir Putin, mientras saluda al público con una sonrisa diplomática. El vehículo, empujado por un montón de soldados bolivianos, va levantando una nube de confeti y promesas de paz. Uno de ellos soporta una pancarta con el lema “Si vis pacem, para bellum”. Detrás de ellos, haciendo equilibrios sobre un rulo y una tabla, aparece el fiscal general del Estado vestido de payaso blanco. Va lloriqueando, haciéndose la víctima, mientras el jefe de pista dicta su inocencia.

Ahora, en la pista central —mientras la Danza de las Chirimoyas deja de sonar— entra “Mi mema la Tragasables”, que luce una bata y una sonrisa de laboratorio. Se introduce decretos, estadísticas, titulares y listas de espera con la elegancia de quien ya ha hecho cien veces la misma función. El público aplaude mientras le vacunan, y eso es lo que importa. Al fondo hay un coro de payasos de gabinete: son el resto de artistas, que intentan coordinarse en una coreografía imposible. El payaso Bolaños lanza globos de optimismo. Urtasun los pincha con solo abrir la boca. Cuerpo intenta soplar burbujas de esperanza, pero solo sale humo. Todos chocan, se pisan, se disculpan y sonríen al público, convencidos de que la confusión dará para celebrar el tercer y cuarto aniversario.

El jefe de pista vuelve al centro, hace una reverencia solemne y proclama: “Nunca hubo un circo tan plural, tan diverso y tan nuestro. Hoy hemos dejado de manifiesto que tenemos el arrojo suficiente para merecer permanecer abiertos, con o sin mayoría parlamentaria, con corrupción o sin corrupción, sin necesidad de presupuestos y contra todos los sumarios abiertos arbitrariamente, contra familiares y amigos”. Así, da por finalizada la función y sale escopetado a Radio 3, donde debe dar el banderazo de salida a la recuperación de ese público joven tan necesario para la supervivencia del negocio.

Publicidad
Cargando…
Publicidad no disponible
Publicidad
Cargando…
Publicidad no disponible
Salir de la versión móvil