PISANDO CHARCOS

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Con sus zapatos de Gucci recién estrenados, la fashionaria ha pisado un charco al exigir al presidente Sánchez una remodelación radical del Gobierno. Esta exigencia ha puesto en evidencia la absoluta ausencia de sentido de la realidad de la vicepresidenta segunda. La negativa del presidente no solo constituye un fracaso político de primer orden, sino que la ironía de Óscar Puente, ha terminado de evidenciar la descomunal debilidad política de la líder de Sumar. Tal ha sido el ridículo que algunos de sus socios no solo se han desmarcado de la petición, sino que han afirmado que no fue consensuada, mientras que algunos ministros de Sumar han señalado que tampoco fueron consultados.

El ninguneo al que Díaz ha sido sometida por el PSOE y su posterior declaración, afirmando que “así no se puede seguir”, la han dejado con las bragas de la incoherencia al aire. Si esta situación le parece realmente insostenible, su dimisión debería ser inmediata.
Por otro lado, resulta difícil entender cómo Yolanda Díaz pretende salir de la crisis de corrupción y de acoso sexual en la que está inmerso el PSOE cambiando una serie de ministros a los que la ciudadanía apenas pone nombre. Cabe resaltar, además, que no ha sido esta la única petición descabellada que ha sido desatendida por Pedro Sánchez. A ella se suma el desprecio a un giro programático y a una retahíla de propuestas relativas a la política de vivienda y a la agenda social.

El colmo es que todas estas propuestas, respondidas desde el PSOE con un desprecio extremo, obedecen a una táctica diseñada en Sumar para frenar el avance de Vox. No es, pues, de extrañar que desde el Gobierno se haya minusvalorado la reunión urgente planteada por Yolanda Díaz para abordar la crisis. Lo que pretendía ser un encuentro destinado a sentar las bases para agotar la legislatura ha quedado reducido al ridículo de una cita de bajo perfil en la que, por no haber, no habrá ni un ministro. Baste decir que la delegación del PSOE estará encabezada por su secretaria de Organización, Rebeca Torró, quien, además de no ostentar ningún cargo en el Gobierno, está siendo cuestionada y señalada por su gestión de las denuncias contra Paco Salazar.

Porque no se trata solo de una mala jugada política, sino de algo más profundo: la desconexión absoluta entre el relato que se pretende vender y la realidad que se impone. Mientras se habla de regeneración, de valentía y de liderazgo, lo que queda a la vista es una figura políticamente desnuda, sin capacidad de influencia real y sin margen de maniobra. La política convertida en gesto, en pose, en titular vacío. Exigir cuando no se tiene fuerza no es audacia, es estupidez. Y pretender marcar el rumbo de un Gobierno que te ignora no es liderazgo, es imbecilidad. Así, entre desplantes y silencios calculados, la legislatura sigue su curso, pero deja claro quién manda, quién acompaña y quién, pese a llevar zapatitos de marquesa, camina irremediablemente hacia un charco de ranas, el charco de su autodestrucción.

Jean Hippolyte Gondrè..

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