A la comisaria de Telecomunicaciones de la CE, Viviane Reding, hace ya tiempo que le vamos conociendo las costuras. Su gestión se ha caracterizado todos estos años un populismo, una afición a salir en los papeles, una demagogia y un trabajar de cara a la galería que, sinceramente, han clamado al cielo. Bueno, pues tengo malas noticias. A todo eso hay que sumarle ahora el ambientillo preelecciones europeas. O sea, todo eso pero más, que está en precampaña. Socorro.
Porque, lejos de plantearse ditir, que es lo que debería hacer, ella ya ha manifestado su interés en seguir como Comisaria de Telecomunicaciones tras las elecciones de julio, y todo parece indicar que, salvo milagro, así será. Y, de veras, no puedo aginar peor noticia para la industria en general, que Reding ha cruzado ya seriamente la frontera entre no hacer gracia y hacer daño.
En Bruselas, que está tan extendido el negocio del lobby, alguien debería tratar de reunirse con su jefe, el presidente del Parlamento Europeo, Durao Barroso, para explicarle hasta qué punto esta mujer es un peligro para la industria. Y de paso, para explicarle también que es una industria a la que, en este momento concreto, habría que mar, que tienen la llave para sacar al resto de los sectores de este atolladero.
A Reding no le duelen prendas en torturar las cifras hasta hacerlas decir lo que ella quiere. Y lo que ella quiere es siempre lo mismo: acusar a las grandes compañías de querer enriquecerse (¿?), tomar medidas demagógicas y absurdas que nadie secunda y presentar informes alarmistas y ridículos que ya sólo se creen ella y su temible tavoz, Martín Selmayr, que, cierto, cada vez se parecen más a Homer y Marge.
pedro aparicio pérez
director de prnoticias.com
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