En la Tierra a lunes, diciembre 23, 2024

Tiempo para ejercer de Padres

La mayoría de las personas nos quejamos que con la cantidad de tareas, obligaciones y compromisos que tenemos que afrontar a lo largo del día o de la semana, no tenemos tiempo para todo. Trabajo, aficiones, familia, vida social… todo se amontona en la agenda, nos queda poco tiempo para nosotros mismos, para lo nuestro y para los nuestros.

Lo mismo les ocurre a los chicos, da igual la edad que tengan, cada etapa de la vida tiene sus “compromisos”. En la infancia lo que más necesita un niño es jugar y estar con sus padres y paradójicamente es para lo que menos tiempo dispone. La guardería, el colegio, las notas, las actividades extraescolares, los deberes, la chica que los cuida, los abuelos, la televisión…

 

 Los padres están trabajando para sus hijos y ni unos ni otros tienen tiempo para lo esencial que es estar juntos. Ser una familia, independientemente del modelo: clásico, monoparental, segundo o tercer matronio, gay, lo civil o lo penal, da igual, en todas la uniones damos supuesto y sentado que se basan en el afecto pero, de nuevo la paradoja: Con tantas obligaciones no tenemos tiempo para vernos y poder manifestar y recibir afecto, apoyo, cariño, comprensión…todo aquello que mejoraría enormemente la autoesta de nuestros chicos y lo tanto su capacidad de conseguir.

 

Conseguir mejores notas, mejores resultados, más autonomía, más independencia y mayor responsabilidad. También, sin ser eso egoístas,  más tiempo para nosotros mismos ya que no tendríamos que estar continuamente de la ceca a la meca detrás de los niños, de los deberes, del colegio, de la ropa, de los juguetes, de separarlos de la tele y del “ya voy”.

 

 La fuerza del cariño. “Da más fuerza sentirse amado que sentirse fuerte” dijo Goethe. Pero no tenemos tiempo para vernos, para contarnos, para darnos un abrazo… y sin tiempo para querernos y sin quererlo hemos adaptado nuestra forma de atender a los hijos a la era de las telecomunicaciones (Robinsones unidos).

 

Ahora nos encontramos con telepadres que hablan con sus hijos teléfono, para darles teleafecto o montar telebroncas, que confían en la teleformación y en los telecanguros, que educan y entretienen a los niños con la televisión y los alentan con telepizza. Al final será buena la idea del spot de poner una empresa de teleamigos para los niños.

 

También sin pretenderlo, pero sí descuido, nuestros hijos se han convertido para nosotros en una obligación más y no debería ser así. Salvo excepciones, tener hijos es voluntario.

 

Otra paradoja es la que hace que suframos y luchemos cada día dar a nuestros hijos y a nosotros mismos la mayor cantidad de bienestar y satisfacción, dentro de las litaciones de cada cual. El objetivo casi siempre es ganar dinero para poder darles todo lo que necesitan. Todo los niños y para los niños.

Queremos que vayan al mejor colegio y que tengan los mejores profesores, los mejores entrenadores, los mejores “servicios”, el mejor ordenador, los mejores videojuegos, la mejor video consola, los mejores campamentos, las mejores vacaciones, la mejor comunión, la ropa mejor… Lo mejor para ellos y… para nosotros?.

 

Sin  embargo todo lo que  los niños necesitan y necesitamos nosotros para ser felices es gratis total. El afecto, el cariño, la cercanía, la amistad, la complicidad, hablar, preguntar, responder, jugar, revolcarse, ayudar, apoyar, consolar, querer, sonreír… Entre  el tener y  el aparentar  se nos va el tiempo para poder ser. Ser lo que sea pero ser, y sobre todo, si tienes hijos: Ser padre. 

 

 

 

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