Apunto de reeditarse en España su Historia de la sociedad de la información, Armand Mattelart se revela como una voz prescindible dentro del pensamiento crítico que se alza contra la utopía tecnocrática.
Sus ideas, que cuestionan la sociedad de la información como paradigma de un nuevo orden social basado en las leyes de mercado, han cobrado fuerza tras el desplome de algunos mitos. La desbandada de las empresas punto com, los escándalos Enron y Parmalat, el fracaso de proyectos de concentración mediática como Vivendi Universal y todo el proceso de involución democrática vivido tras el 11S y la guerra de Irak otorgan relevancia y actualidad a las teorías de una de las figuras más destacadas del mundo de la comunicación.
Armand Mattelart, uno de los grandes especialistas mundiales en comunicación, defiende la creación de observatorios que supervisen el papel social de los medios y reivindica los principios de interés público y excepción cultural
Armand Mattelart advierte en sus conferencias que las palabras producen realidad y desencadenan actos. Por ello, durante la entrevista, sus respuestas enfáticas revelan
una preocupación hacerse entender de forma precisa. Algo lógico viniendo de quien lucha contra la instrumentalización de conceptos como “sociedad de la información” o “diversidad cultural” al servicio de un proceso de dominación cultural y de hegemonía del mercado. Su apuesta los observatorios de medios de comunicación surgidos tras el Foro Social Mundial de Porto Alegre y su defensa de la excepción cultural como fórmula para preservar el principio de interés público constituyen dos elementos clave de su discurso.
P: En un reciente artículo, Manuel Castells afirma que la concentración del negocio multedia no equivale a perialismo cultural, sino que puede llegar a acentuar la diversidad ¿Qué opina usted?
R: La tesis de Castells me recuerda al discurso de Régis Mesnier, patrón de UniversalVivendi, quien publicó un artículo en Le Monde titulado “Abajo la excepción cultural, viva la diversidad cultural”. En él decía algo así como: “Yo estoy una sociedad mestiza. Quienes están a favor de la excepción cultural son aquellos que tienen miedo”. Las grandes coraciones plantean que, al concentrarse, van a poder ofrecer una gama cada vez más diversificada de productos en las vitrinas. Un discurso que es también el de muchos estados, incluso el de la Unión Europea.
La tesis contraria vincula la diversidad cultural con una reflexión sobre la necesidad de retirar de las leyes del mercado salvaje todo el campo de lo que llamamos bienes colectivos o bienes públicos comunes: la cuestión de la cultura, la educación, la salud y el medio ambiente. Pienso que la prera tesis, sustentada desde la Organización Mundial del Comercio para arrasar la excepción cultural y la idea de diversidad cultural como protección de los bienes públicos comunes, es falaz. Resulta evidente que donde hay una concentración de medios se dan cierto tipo de publicaciones o de programas que no reflejan la vida, que no hallan en ella una inversión rentable a corto plazo. Por ejemplo, la poesía. Hay un tipo de creatividad, de productos del espíritu, que quedan al margen si no se venden mucho. Son fuentes de aginación que redundan en beneficio de la sociedad.
P: El 11S parece haber desatado un mayor control sobre la información parte de los estados, pero también se vislumbra un despertar de las reivindicaciones cívicas para pedir más transparencia informativa.
R: Desde el 11 de septiembre, la guerra contra el terrorismo ha reasociado los conceptos de guerra interna y “globalwar”. Se trata de una noción que atañe no solamente a lo militar, sino también a lo civil. Crece la tendencia a crinalizar lo que en tiempos normales no se crinaliza. Frente a esta situación existen actualmente focos de toma de conciencia, cuya intensidad depende de las condiciones de cada país. Pese a la relación asétrica que tiene el receptor con los medios, todo el mundo se ha dado cuenta de la tancia de éstos en la conformación de las mentalidades. La gente no se echó a la calle contra la guerra de Irak nada. Tal vez fue sólo un brote, pero me parece que estamos viviendo en un mundo donde los acontecientos revelan tanta manipulación y mentiras que los ciudadanos comienzan a sentirse afectados. Y eso es tante que la realidad directa forma la conciencia. Es el caso de las asociaciones de documentalistas de ciencias de la información, los profesionales del “datamining”. Muchos de ellos están empezando a movilizarse que les inquietan estas estrategias de cierre de su propia profesión derivadas de la lógica de represión y de la legislación antiterrorista.
P: Pero la gente sigue buscando todavía una respuesta a ese estado de manipulación que les afecta en el discurso de alguno de los grandes medios de comunicación, que a su vez participan de las lógicas del sistema y de la tendencia a la concentración empresarial.
R: No sólo los intelectuales críticos advierten de que la falta de pluralismo de medios es peligrosa para la democracia. Lo acaba de decir también en abril de este año el Parlamento Europeo, que ha solicitado a la Comisión Europea que establezca una directiva sobre los umbrales de concentración empresarial a partir de los cuales no hay pluralismo. Yo creo que el problema de la pluralidad de las fuentes de información es fundamental. Pero no sólo la pluralidad de las fuentes en el contexto mediático clásico, lo que llamamos los grandes medios, sino también a partir de voces que se expresan a través de canales alternativos.
P: En España existe un debate sobre la necesidad de devolver a la radiotelevisión pública su papel de servicio público. Para avanzar en este sentido, se ha constituido un comité de expertos. ¿Qué futuro pueden tener este tipo de iniciativas?
R: La noción de participación es un elemento clave en la base del sistema democrático y en la definición del principio de servicio público, que vale para todos los campos del bien público. En Francia tenemos ahora dos empresas fabricantes de armas (Dassault y Lagardère) que controlan el 60 o 70 ciento del conjunto de la prensa, mientras que TF1, la cadena de televisión de mayor audiencia (40%), es propiedad de un constructor de edificios y carreteras (Grupo Bouygues). Ante esta situación, pienso que una reflexión del Gobierno a través de comisiones de expertos no es suficiente. Debido a la tancia del sistema mediático, tanto
a nivel financiero como a nivel político, ambos evidentemente entremezclados, es necesario crear una institución perenne que permita escuchar a otros sectores, además de a los propios expertos. La idea de observatorio, tal como tratamos de plementarla, está enfocada a partir de la necesidad de crear un moviento de educación popular sobre los medios. Por ello, los observatorios toman en cuenta las tres patas de la sociedad civil organizada: los periodistas y los sindicatos, los investigadores y las asociaciones de usuarios de los medios.
P: ¿No cree que una fiscalización de la actividad informativa parte de sectores de la sociedad civil puede generar un rechazo sistemático entre los profesionales?
R: Es el problema clave. En Francia, apenas fundado el observatorio de medios, tuvos a “Le Monde”, “Le Nouvelle Observateur” y “Libération” en contra de nosotros, acusándonos de crear una célula de control. Para los adversarios de este tipo de proyecto, la cuestión de la observaciónparticipación se reduce a la idea de control. El mundo se vuelve al revés.
P: La creación de un consejo deontológico en España también ha suscitado una cierta controversia desde ciertos sectores de la empresa periodística.
R: Hay miedo. En el caso de los observatorios y a partir de la incoración a ellos de los sindicatos, la cuestión no trata ya sólo de las noticias, de los “dérapage” o derivas informativas. Entran de lleno también en una reflexión sobre el estatuto del periodista, no sólo del estatuto del periodista que trabaja en los grandes diarios, sino también de todos los becarios y de los periodistas freelance.
Vertiente geopolítica
P: En su libro “Historia de la sociedad de la información”, que se va a reeditar en España, usted dedica un capítulo a la vertiente geopolítica de esa complejidad mediática.
Allí describe como la “information dominance” acuñada en tiempos de Reagan está detrás de categorías como “intervenciones quirúrgicas”, “daños colaterales” o “estados fallidos”, que resultan determinantes en el desarrollo de los conflictos e intervenciones armadas de los
últos años.
R: Es la ideología militar de la represión. El problema es que hoy en día las elites dominantes tienen una conciencia de lo global y, aunque ésta sea una falsa conciencia, la sociedad debe tratar también de vincular todo lo que parece disperso y formar un mosaico. Cuando Aznar dice que la excepción cultural es para los países que se creen débiles y que España no la necesita, debemos ligarlo con la reflexión sobre el avance de modelos tecnológicos que van en contra del interés social y de las generaciones futuras. A veces no nos damos cuenta de los envites, pero están ahí.
P: ¿Cree que la sociedad española está preparada para resistir estos envites?
R: La alternativa global no existe, como no existe la sociedad de la información global. Cada realidad reacciona en función de sus datos culturales e históricos y de la maduración de su propio moviento social. Cuando pienso en los estudios sobre relaciones entre género, medios y cultura, me parecen más desarrollados en España que en Francia. Es un ejemplo de cómo cada realidad se desarrolla en función de las propias obsesiones, pero también a partir de los vacíos y las carencias.