En la Tierra a jueves, octubre 3, 2024

“Hay que atraer lectores con un lenguaje ameno”

Carlos Salas nos cuenta los detalles del funcionamiento de la revista Capital, la apuesta editorial que tiene como principal objetivo llevar la economía a todos los públicos. Además hace un repaso a su trayectoria profesional y al mercado de la información económica de España, la que a su juicio, sigue utilizando un lenguaje críptico, difícil de entender para los lectores.

¿Cuándo y qué te incoras a la dirección de Capital?

 

En junio de 1999, hace cinco años, comencé a trabajar para G+J en el lanzamiento de Capital. Yo era redactor jefe de El Mundo, y lo que más me atrajo del nuevo proyecto fue que alguien ponía todos los medios para lanzar una revista de economía para todos los públicos. Prero, viajé a París para trabajar con los periodistas de Capital Francia. También visité la redacción de Capital en Alemania y fin regresé a Madrid para formar el equipo de 23 personas que somos ahora. Preparamos así  dos números “cero” que fueron testados grupos de lectores de todas las edades antes del definitivo lanzamiento en septiembre de 2000.

 

¿Cómo describirías tu estilo personal a la hora de dirigir la publicación?

 

Los periodistas vendemos ideas, así que un jefe debe poner en marcha las buenas ideas (las suyas y las de los demás). Dado que los estados de áno se transmiten a tu equipo de forma acelerada tienes que sonreír y ser optista a pesar de las tormentas. Si cuidas a tu equipo, ellos cuidarán la revista. Todos los días hay que hacerse varias preguntas: ¿cómo hacer las cosas mejor? ¿En qué hemos fallado? ¿Cómo se puede solucionar? El jefe es el prero que llega, el últo que se va y siempre tiene abierta la puerta de su despacho para resolver problemas profesionales… y personales.

 

¿Cuántas personas trabajáis en la revista y cómo tenéis organizado el trabajo?

 

Somos 23 personas divididas en dos grupos: maquetación y documentación (6 personas), y redacción (17 personas, incluyendo la secretaria de redacción). Los redactores están asignados a varias secciones: negocios, finanzas, g y carreras, consumo, intet, edición, macroeconomía… pero para evitar el aburriento, pueden saltar de vez en cuando a otra sección para hacer retajes diferentes. Asismo, hay secciones volantes como Actualidad o Al Descubierto que pueden ser escritas cualquiera de ellos. Procuro distribuir la carga de trabajo de modo que al final de año, todos hayan hecho más o menos el mismo número de páginas. Si no se lleva esta regla a rajatabla, lo cual es difícil, empiezan las comparaciones odiosas. 

 

¿Qué es lo más difícil de gestionar? ¿Y lo más fácil?

 

 Lo más difícil es planificar el trabajo para que tengan tiempo de hacerlo bien. Si un periodista debe hacer muchas cosas en poco tiempo, todas saldrán mal. Si hace pocas, se relaja. Hay que mantener un sano equilibrio, planificando los retajes con mucha antelación, sin perder el toque de actualidad. ¿Lo más fácil? Hacer el café todas las mañanas.

 

¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo? ¿Y lo que menos?

 

Enseñar lo que he aprendido y darle vueltas a una idea hasta que encontramos el mejor enfoque del retaje. Eso es lo que más me gusta. Por el contrario, me agobia tener que tratar sobre costes, salarios, firmar documentos y toda esa logística propia del esqueleto de esta empresa. Pero lo tomo como un deber.

 

¿Cómo son las relaciones con tus responsables?

 

Los jefes de esta empresa tienen la sana costumbre de dar mucha libertad a los directores de Muy Interesante, Cosmopolitan, Marie Claire, Ser Padres, Mia, Geo y, supuesto Capital. Sienten un gran respeto las personas, cosa que se olvida frecuentemente en esta profesión. Han puesto todos los medios a mi alcance y al alcance de los profesionales que trabajan en Capital, desde cursos de formación y tecnología de últa moda, hasta complementos esfuerzo y dedicación. De ellos he aprendido a planificar a medio y largo plazo, a cuidar a los empleados y a informarles transparentemente de todo lo que pasa.

 

¿Qué habilidades crees que debe tener un buen periodista?

 

Es una pregunta que me hago frecuentemente. Debería acercarse a la realidad con la sana ingenuidad de un niño (para no agotar el sentido de lo insólito), ser un detective incansable en busca de información, saber idiomas, hacer gala de compañerismo, no preguntar “a qué  hora se sale”, cumplir con su deber a tiempo, tener buen corazón, y sobre todo, lo más difícil, lo verdaderamente difícil, que es ¡escribir bien! 

 

¿Eso se enseña en la facultad? ¿Dónde y cómo se aprende?

 

¡No! Por Dios. Les enseñan la fórmula de Shanon y Weaver que no sirve de nada. No les enseñan a enfrentarse a los problemas y resolverlos. A ser perseverantes y cabezotas. A perder su tidez (todos somos tímidos pero nosotros tenemos que tratar personas, no donuts, y eso hay que dejar la tidez en casa). Tampoco nos enseñan cómo usar signos taquigráficos, o memorizar una entrevista sin tener un lápiz a mano. Menos aun a escribir de forma amena, sin saltos de párrafos ni contradicciones. ¿Que dónde se aprende? Temo que eso no se aprende ni siquiera en los periódicos que el conociento es un coto de caza que los más veteranos cuidan con escopeta. Pocas veces encontraremos jefes comprensivos que nos digan cómo se hacen las cosas bien. Lamentablemente, los defectos de los jefes se transmiten a los plumillas de generación en generación que aquí se usa el viejo método de “bronca y corrección”.

 

¿Qué aconsejarías a los que empiezan?

 

Que se apunten a clases de escritura creativa en un taller literario, y que se lean un manual de las Coes, el cuerpo de operaciones especiales, para que sepan cómo sobrevivir en situaciones extremas usando la fuerza de la aginación, y el poder de la voluntad. Con esas dos herramientas el periodista aprenderá a tener ambiciones literarias para embelesar a sus lectores, y a resolver problemas día a día. Y, supuesto, saber inglés a la perfección. ¿Es que algún periodista de este país sabe inglés?

  

Un buen profesional nunca pactaría con…

 

Ni con su vanidad, ni con sus prejuicios, y sobre todo no hay que pactar con el aburguesamiento. Hay que comtarse como si fuera el prer día en que llegamos a una redacción. No perder la ilusión.

 

¿Cuáles son los límites de la información?

 

El límite de la información es la ignorancia del periodista. Por eso hay que ser una persona de cultura enciclopédica, leer de todo, saber mucho de muchas cosas, relacionar los datos y aplicar el sentido común. Esta es la forma de evitar que nos engañen.

 

¿Es posible eso de ser objetivos? ¿Cuáles son los principales escollos a superar en este sentido?

 

 Es la vieja pregunta de la filosofía del conociento y eso sabemos que el periodista está sometido a un montón de obstáculos: la orientación del medio para el que escribe, sus prejuicios personales y sociales, su origen, su habitat, su lenguaje, sus creencias, su religión, sus spatías políticas, su nacionalidad y la cultura y el tiempo dominantes. Todo eso forma una marea de prejuicios en su mente. Pero no es malo tener prejuicios. Lo malo es creer que no se tienen. Se puede lograr un alto grado de objetividad si un periodista sabe cuáles son sus prejuicios.

 

 

¿Qué aprecias de un buen departamento de comunicación?

 

La sinceridad. No pido que traicionen a sus clientes, las empresas o los políticos, pero que no me hagan sentir un traidor a mis lectores.

 

¿Cómo ves el sector de los medios presos, especialmente el de las revistas económicas en este momento?

 

La economía es muy tante, pero, a juicio del gran público no es interesante. El desafío es atraer la atención de los lectores con un lenguaje ameno, pero creo que la mayoría de los medios económicos sigue empleando un lenguaje críptico que ni siquiera yo, después de 20 años de profesión, logro entender. Y desde el punto de vista financiero, hemos pasado la tormenta de los años 2000 a 2003, pero todavía somos barcos en medio de una marejada.

 

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