En la Tierra a lunes, octubre 7, 2024

La violencia también se aprende

La agresividad siempre ha sido un tema de actualidad, especialmente la agresividad juvenil. Por regla general los jóvenes que destacan su hostilidad suelen poseer un historial de conductas agresivas que se remonta a edades muy tempranas, concretamente al periodo de educación infantil.

La agresividad siempre ha sido un tema de actualidad, especialmente la agresividad juvenil. Por regla general los jóvenes que destacan su hostilidad suelen poseer un historial de conductas agresivas que se remonta a edades muy tempranas, concretamente al periodo de educación infantil.

 

La conducta agresiva está influenciada factores individuales (el temperamento, el sexo, la condición biológica y la cognitiva) familiares y ambientales (la televisión, los videojuegos, la escuela y la situación socioeconómica).

 

La familia influye a través del apego, el contexto interaccional global, la psicopatología de los padres y el modelo educacional paterno..

 

No hay un acuerdo unáne en la definición de agresividad; no se la considera un trastorno (no está como tal en ninguna clasificación diagnóstica), sino, más bien una conducta desadaptada que se une frecuentemente a ciertos trastornos. Diferentes definiciones resaltan la intencionalidad, el modo en que se produce, el resultado al que llegan, etc…, pero ¿cuando podemos decir que un niño que muestre una conducta hostil es un niño agresivo?.

 

La conducta agresiva es normal en ciertos periodos del desarrollo infantil, la agresividad llamada manipulativa está vinculada al creciento y cumple una función adaptativa. Entonces, ¿a qué nos referos cuando decos que un niño es agresivo?. Nos aventuraríamos a definir al niño agresivo como aquel que presenta conductas hostiles recurrentes (físicas y/o verbales) en la resolución de conflictos o consecución de objetivos, sin que éstas respondan a una provocación hostil real.

 

Con esta definición se llama la atención sobre los aspectos de frecuencia excesiva e inadaptabilidad de estas reacciones, no entrando en consideraciones de intencionalidad o resultado real de la agresión.

 

Se han estudiado como factores de riesgo parentales aspectos como la depresión materna antes del parto, psicopatología, autoesta, representación interna de las relaciones, estresores familiares tales como masificación de familiares dentro de una misma casa, bajo nivel económico, conflicto matronial,etc.

 

Las respuestas inapropiadas de los padres ante la conducta del hijo, la enseñanza de pautas de comtamiento inadecuadas y el modelado de los padres, tienen plicaciones en la instauración y manteniento de conductas agresivas.

 

La falta de habilidades sociales y los rasgos antisociales de los padres se consideran factores de riesgo familiares (Patterson y Bank, 1989). Los rasgos antisociales maternos se consideran los principales contribuidores a la instauración de interacciones coercitivas. En los ambientes familiares coercitivos es frecuente la escasa o nula utilización de técnicas positivas de motivación y de guía en la educación de los hijos.

 

Estos padres suelen no dar muestras de aprobación hacia su hijo, no respetan la autonomía de éste y suelen ser demasiado controladores.

 

Diversos autores describen a los niños que se ven inmersos en situaciones coercitivas como sujetos que no han aprendido las habilidades sociales necesarias para relacionarse con los demás; no se les ha enseñado a ser disciplinados en la consecución de objetivos; ni han aprendido a aceptar la crítica ni la frustración.

 

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