En la Tierra a lunes, diciembre 15, 2025

Así te hablo, así soy

En función de las palabras que dirigos a los niños podemos comunicar una actitud de escucha o, el contrario, de ignorancia y desatención.

Según analiza el psicólogo K. Steede en su libro “Los diez errores más comunes de los padres y cómo evitarlos”, existe una tipología de padres basada en las respuestas que ofrecen a sus hijos y que derivan en las llamadas conversaciones cerradas, aquellas en las que no hay lugar para la expresión de sentientos o, de haberla, éstos se niegan o infravaloran.

Aquí la tenéis:

Los padres autoritarios: temen perder el control de la situación y utilizan órdenes, gritos o amenazas para obligar al niño a hacer algo. Tienen muy poco en cuenta las necesidades del niño.

Los padres que hacen sentir culpa: interesados (consciente o inconscientemente) en que su hijo sepa que ellos son más listos y con más experiencia, estos padres utilizan el lenguaje en negativo, infravalorando las acciones o las actitudes de sus hijos. Comentarios del tipo “no corras, que te caerás”, “ves, ya te lo decía yo, que esa torre del mecano era demasiado alta y se caería” o, “eres un desordenado incorregible”. Son frases aparentemente neutras que todos los padres usamos alguna vez.

Los padres que quitan tancia a las cosas: es fácil caer en el hábito de restar tancia a los problemas de nuestros hijos sobre todo si realmente pensamos que sus problemas son poca cosa en comparación a los nuestros. Comentarios del tipo “¡bah, no te preocupes, seguro que mañana volvéis a ser amigas!”, “no será para tanto, seguro que apruebas y otros parecidos los hacemos sin tener en cuenta la tancia que tienen para el niño. El resultado es un rechazo casi inmediato hacia el adulto que se percibe como poco o nada receptivo a escuchar.

Los padres que dan conferencias: la palabra más usada los padres en situaciones de “conferencia o de sermón” es: deberías. Son las típicas respuestas que pretenden enseñar al hijo en base a nuestra propia experiencia, desdeñando su caminar diario y sus caídas.

Por últo, hay que mencionar la cantidad de situaciones en las que la comunicación es sinóno de silencio (aunque parezca paradójico). En la vida de un hijo, como en la de cualquier persona, hay ocasiones en que la relación más adecuada pasa la compañía, el apoyo silencioso.

 

Ante un sermón del padre es preferible, a veces, una palmada en la espalda cargada de complicidad y de afecto, una actitud que demuestre disponibilidad y a la vez respeto el dolor o sentiento negativo que siente el otro.

 

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